lunes, 12 de octubre de 2009

EL SOSTÉN DEL OBRERO RELIGIOSO.

Por Roberto Lloyd G.

La semana pasada me platicaron de un arquitecto que, después de varios años de estar en el pastorado tiempo completo, tuvo que regresar a ejercer su profesión no eclesiástica porque la iglesia ya no lo podía sostener.
Recientemente supe de dos hermanos que estaban en el ministerio de tiempo completo y que habían cambiado de iglesia porque sus congregaciones ya no podían sostenerlos.
Estos casos son indicio de problemas en la iglesia latinoamericana. Por no cumplir con su responsabilidad de mantener a sus obreros, muchos líderes tienen que pasar a una congregación más próspera. La asamblea original sufre las consecuencias. Causa lástima ver a tantos siervos preparados que abandonan el ministerio porque ya no hay sostén de parte de su iglesia. En México, muchos pastores y líderes ahora manejan taxis o venden seguros cuando quisieran estar en el ministerio. El problema es real y su solución se encuentra en la palabra de Dios. Propongo en este apéndice analizar la evidencia bíblica de un ministerio de tiempo completo y el deber de las iglesias de sostener a estos ministros.

EVIDENCIA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
No hay duda de que bajo la antigua dispensación, el Señor instituyó un ministerio de tiempo completo. El hecho es que designó a toda una tribu para encargarse de la obra relacionada con el culto judío. Los levitas fueron apartados por Dios para servirle de tiempo completo. Para asegurar que dedicaran todo su tiempo al ministerio espiritual, no les dio heredad entre las tribus. Así que no tenían que trabajar en el campo ni en otros trabajos. Los levitas ocupaban el cien por ciento de su tiempo en el servicio divino. ¿Cómo se sostenía esta multitud de siervos? Entre otras porciones, Números 18 se dedica en su totalidad a aclarar el asunto de la manutención de los sacerdotes y levitas. Jehová habló a Aarón, en los vv. 1-7, acerca de las responsabilidades de los sacerdotes y levitas. Su ministerio se resume así: "yo he tomado a vuestros hermanos los levitas de entre los hijos de Israel, dados a vosotros en don de Jehová, para que sirvan en el ministerio del tabernáculo de reunión" (v. 6). Esta era su única tarea. Se dedicaban en exclusiva a los asuntos relacionados con el culto israelita. El resto del capítulo tiene que ver con el sostén de esos servidores. Son dos los medios que el Omnipotente designó para suplir las necesidades materiales de ellos.

Las ofrendas de los israelitas (18:8-20)
En este contexto, las ofrendas no se refieren a donativos monetarios, sino a los sacrificios que el pueblo ofrecía al Señor. El holocausto (todo quemado) era la única ofrenda que se sacrificaba en su totalidad a Dios. En todos los demás casos, toda o parte de la ofrenda pertenecía a los levitas. Ese era uno de los medios principales de su sostén. Las palabras del texto son muy claras: "He aquí yo te he dado también el cuidado de mis ofrendas; todas las cosas consagradas de los hijos de Israel te he dado por razón de la unción, y a tus hijos, por estatuto perpetuo.... toda ofrenda de ellos, todo presente suyo, y toda expiación por el pecado de ellos, y toda expiación por la culpa de ellos, que me han de presentar, será cosa muy santa para ti y para tus hijos" (vv. 8-9). La misma enseñanza se encuentra en Levítico 2:3,10; 6:8-7:38 y Deuteronomio 18:1-8. Un ejemplo de la práctica pervertida de esas normas se halla en los hijos de Elí que se encuentra en el relato de 1 Samuel 2:28 y 36. Una buena parte del sustento de los levitas venía de su participación en los sacrificios ofrecidos a Jehová.

Los diezmos de los israelitas (18:21-24)
La segunda fuente de ingresos para los sacerdotes y levitas que servían de tiempo completo eran los diezmos que el pueblo traía. Jehová mismo dice: "yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión.... Porque a los levitas he dado por heredad los diezmos de los hijos de Israel, que ofrecerán a Jehová en ofrenda" (vv. 21,24a). Tome nota de que el versículo 21 recalca el hecho de que "todos" los diezmos pertenecen a los levitas, no sólo una parte de ellos. La evidencia es tan clara, que es imposible afirmar que el propósito principal del diezmo fuera otra cosa que la manutención del sacerdocio.

Las ofrendas y diezmos recibidos eran diezmados por los sacerdotes (vv. 25-32)
Los que recibían el diezmo y la ofrenda tenían que dar "el diezmo de los diezmos" (v. 26) y de las ofrendas. En Israel nadie se escapaba de la responsabilidad de diezmar y ofrendar, y el mismo deber de dar proporcionalmente persiste en esta época de la iglesia. Estas tres enseñanzas se encuentran también en Nehemías 10:36-38. Además de los sacerdotes y levitas, había otro grupo de siervos que aparentemente servían al Altísimo de tiempo completo: los profetas predicadores. Con ese término nos referimos a Elías, Eliseo y los de la escuela de los hijos de los profetas. No hay evidencia de que trabajaran en otro oficio mientras ejercían su ministerio profético. Estos siervos de Dios recibían su sustento de tres fuentes distintas: la hospitalidad de los fieles (1 Reyes 17:8-9; 2 Reyes 4:8-10), las ofrendas especiales (2 Reyes 4:42-44) y la provisión milagrosa (1 Reyes 17:1-7; 2 Reyes 2:19-22). Los profetas escritores (Isaías-Malaquías) parecen no haber ejercido su ministerio profético de tiempo completo. Isaías y Daniel tenían puestos en el gobierno, Jeremías y Ezequiel eran sacerdotes y Amós era pastor y agricultor. De los demás profetas menores no sabemos nada de sus actividades ni de cómo se sostenían.

EVIDENCIA DEL NUEVO TESTAMENTO
Los Evangelios
Este cuerpo de literatura es muy importante, porque tiene que ver con el ministerio de Cristo y los apóstoles. Se supone que el obrero cristiano quiera seguir el ejemplo de Cristo en todo lo que se relaciona con su ministerio. Lo primero que queremos notar es que nuestro Señor y sus discípulos abandonaron sus oficios para dedicar todo su tiempo a la obra que el Padre les había encargado. Cristo era carpintero y ejerció ese oficio hasta que comenzó su ministerio público. Pedro, Andrés, Juan y Jacobo eran pescadores y Mateo recaudador de impuestos hasta que recibieron el llamado de seguir a Cristo. Su filosofía de ministerio no incluía trabajar para sostenerse y usar el tiempo libre para realizar la obra religiosa. Su misión era tan urgente, que no había tiempo para trabajar con las manos. Podemos analizar el asunto del sostén del obrero desde dos puntos de vista.

La experiencia de Cristo y los apóstoles
Sabemos que este equipo de colaboradores tenía ingresos porque uno de ellos servía de tesorero. Judas Iscariote administraba el fondo económico (Juan 12:4-6; 13:29). Lucas 8:1-3 proporciona una pista acerca de la fuente que abastecía esa bolsa. Existía un grupo de mujeres que "servían" a Jesús y los suyos "de sus bienes". Se nombra a tres: María Magdalena, Juana y Susana, y después dice que había "otras muchas" que demostraban su agradecimiento al Señor por medio de sus ofrendas de amor. ¿Podemos suponer que había algunos varones que hacían lo mismo? Creo que sí. Otra fuente de sostenimiento era la hospitalidad. Un ejemplo de este tipo de ofrenda se encuentra en Lucas 10:38-42. Los judíos estaban siempre dispuestos a brindar hospitalidad a los viajeros que la necesitaban.

La enseñanza explícita de Cristo
Son dos las ocasiones en que el Señor dio instrucciones acerca de la remuneración de los obreros: Mateo 10:9-10 y Lucas 10:4-7. En ambas instancias, Jesús da su enseñanza antes de enviar a los suyos en gira misionera. Envía a los doce en la primera ocasión y a setenta en la segunda. La instrucción que da en ambos casos es casi igual. En Mateo 10:10 dice: "porque el obrero es digno de su alimento" y en Lucas 10:7 afirma, "porque el obrero es digno de su salario". La palabra "obrero" significa el que trabaja para ganar el sustento. El vocablo "digno" quiere decir que se le debe o merece. El único término que cambia en los dos textos indica lo que recibe en remuneración por sus labores. Mateo dice su "alimento" y Lucas su "salario". El primer término implica hospitalidad como medio de sostén y éste agrega el concepto de una remuneración monetaria. Esos misioneros se sostenían de la hospitalidad de los fieles y de sus ofrendas de amor, igual que los profetas predicadores del Antiguo Testamento. Cristo no vacila en su instrucción; el obrero debe ser sostenido por los que reciben los beneficios de su ministerio.

Hechos y las Epístolas Paulinas
Esta evidencia es muy importante porque es muy extensa. Vamos a ver la experiencia de Pablo y después su enseñanza acerca del sostén del obrero religioso.

La experiencia de Pablo
La práctica de ese apóstol no fue igual en todo su ministerio. Descubrimos que durante la primera mitad de éste no trabajó, pero en la segunda mitad sí. Veamos la evidencia.
1. En su ministerio temprano no hay evidencia de que trabajara. Algunos afirman que sí laboró con sus manos durante esa fase de su ministerio, aunque no haya evidencia explícita que apoye tal afirmación. Pablo comienza su ministerio en Antioquía de Siria (Hechos 11) en el año 44 d.C. y termina esa etapa de su carrera en Filipos (Hechos 16) por el año 51 d.C. Durante esos siete años no hay evidencias acerca del modo de sostén de los misioneros. Se supone que en Antioquía de Siria Pablo y Bernabé se sostuvieron por medio de la hospitalidad y ofrendas de amor. En el primer viaje misionero y los inicios del segundo, tampoco hay evidencia. Se puede especular que recibieron ofrendas de la asamblea de Antioquía, pero no hay indicio de tal cosa. Es más probable que se mantuvieran de la hospitalidad y las ofrendas. Existe un sólo texto que tal vez implique que Pablo y Bernabé trabajaban durante sus años de ministerio juntos; es 1 Corintios 9:6 "¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar?" Este texto enseña que sí trabajaban. La pregunta es, ¿cuándo? Algunos afirman que fue durante su año en Antioquía de Siria y durante el primer viaje misionero. Pudiera ser que sí, pero me parece que esa no era la intención de Pablo. Es muy importante notar que ambos verbos (tenemos, trabajar) se encuentran en tiempo presente. Pablo no escribe acerca de su práctica en el pasado, sino de su experiencia presente. Afirma que cuando asentó estas palabras sobre papel, Bernabé en Chipre y él en Éfeso tenían la costumbre de desempeñar un trabajo manual.

2. En su ministerio tardío sí existen evidencias de que sí trabajó para sostenerse. Esta fase de la carrera paulina va desde su tiempo en Tesalónica (Hechos 17) hasta su tercera visita a Corinto (Hechos 20) y abarca los años 51-57 d.C. Al final de su segundo viaje misionero, Pablo pasó unos seis meses en Tesalónica y dieciocho meses en su primera visita a Corinto. En su tercer viaje misionero pasó unos tres años en Éfeso y tres meses en su tercera visita a Corinto. La evidencia es contundente de que en esos tres lugares Pablo se sostenía por medio de trabajos manuales. La evidencia en relación a Tesalónica se ubica en 1 Tesalonicenses 2:9 y 2 Tesalonicenses 3:8. La relacionada a la primera visita a Corinto se halla en Hechos 18:3; 1 Corintios 9:6 y 2 Corintios 11:7 y su práctica durante su tercera visita a Corinto se observa en 2 Corintios 11:12 y 12:14. El hecho de que laboró en Éfeso es obvio por lo que dice Hechos 20:33-35 y 1 Corintios 4:12 (escrita desde Éfeso). Este hecho es incontrovertible; en esos tres lugares, Pablo se sostenía realizando trabajos manuales.

3. Hay evidencia de que complementó sus ingresos de dos fuentes adicionales. Recibió ofrendas misioneras de parte de la iglesia de Filipos dos veces, mientras permanecía en Tesalónica (Filipenses 4:15-16). Durante su primera visita a Corinto, recibió ofrendas de las iglesias de Macedonia (2 Corintios 11:8-9). Unos años más tarde, la iglesia de Filipos le mandó una ofrenda mientras estaba encarcelado en Roma (Filipenses 4:10). También es patente que fue objeto de la hospitalidad de Lidia (Hechos 16:14-15) y del carcelero (v. 34) durante su estadía en Filipos. Jasón lo hospedó mientras permaneció en Tesalónica (Hechos 17:5,7).

La enseñanza de Pablo
Este apóstol tiene dos verdades muy importantes que comunica en sus escritos acerca del tema del sostén del obrero religioso.

1. El obrero tiene derecho a ser sostenido por la iglesia. La porción principal donde Pablo expone este tema es 1 Corintios 9:4-18. La palabra clave es "derecho", que se encuentra en los versículos 4,5,6,12 (2 veces), 18, y también en 2 Tesalonicenses 3:9. El derecho que uno tiene puede ser usado o cedido de acuerdo a la voluntad del individuo. La introducción general a la porción (vv. 4-6) indica que el siervo del Señor tiene derecho a la remuneración en tres áreas: el sustento diario (v. 4), a tener una esposa y familia sostenida por la iglesia (v. 5), y a no tener que trabajar con las manos (v. 6). Las preguntas retóricas indican que el obrero goza del derecho de disfrutar de la manutención en las tres áreas. La gran pregunta es si el obrero debe aprovechar su derecho o cederlo. Los versículos 7-14 contestan que debe usar su derecho. Lo normal y lo más esperado es que el siervo cristiano reciba remuneración completa de la iglesia. Estos textos contienen seis argumentos para respaldar la verdad de que el obrero debe usar de su derecho. Tres de los argumentos son empíricos, o sea, salen de la observación de Pablo. Primero, lo más natural es que el trabajador saque provecho de su labor. Así es con el soldado, el agricultor y el pastor (v. 7). La reciprocidad es el segundo argumento empírico (v. 11). El obrero cristiano brinda a la gente beneficios espirituales importantes. ¿No se debe esperar que los beneficiarios compartan sus bienes materiales que son de mucho menos valor? El argumento del precedente se usa en el versículo 12. Había "otros" en Corinto que sí recibían remuneración de la iglesia. "Sólo" Pablo y Bernabé no lo hacían (v. 6). Lo que se da a entender es que Pedro y Apolos aceptaban su remuneración y también lo hacían los seudoapóstoles (2 Corintios 2:17; 11:12). El razonamiento paulino sigue con tres argumentos de índole bíblica. No sólo la experiencia, sino también las Escrituras, enseñan que el obrero debe recibir remuneración. En primer lugar, cita Deuteronomio 25:4 "No pondrás bozal al buey que trilla". El buey necesita cobrar fuerzas comiendo para poder seguir trabajando. ¡Cuánto más el obrero que trabaja en la viña del Señor! (9:8-10) Su segundo argumento bíblico viene de la práctica veterotestamentaria en relación con los levitas (v. 13). Ya vimos que éstos se sostenían por medio de los diezmos y ofrendas del pueblo. El último argumento, y tal vez el más fuerte, es que Cristo mismo enseñó que "los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio" (v. 14). Aquí no cita lo que el Señor dijo en Mateo 10:10 y Lucas 10:7. Más bien, parafrasea la verdad contenida en esos versículos. En 9:14 el verbo "vivir" tiene el significado de mantenerse o sostenerse de. La lógica de Pablo es incontrovertible. La única conclusión a que podemos llegar es que la norma bíblica es que el que sirve al Señor y a la iglesia debe recibir su justa remuneración. No existen "peros". Este es un derecho que todo obrero puede reclamar, aunque no tenga que hacerlo. Bíblica y prácticamente, lo más natural es que el que trabaja reciba su recompensa.

2. La iglesia tiene el deber de sostener a sus obreros. Esta es la implicación fuerte de la instrucción paulina en 1 Corintios 9. ¿Quién más pagaría el sueldo al que sirve en la iglesia? Además de esta implicación, hay dos textos en los cuales el apóstol da instrucción explícita acerca del tema: Gálatas 6:6-7 y 1 Timoteo 5:17-18. El primero viene del ministerio temprano de Pablo. Creemos que Gálatas fue la primera epístola escrita por Pablo, poco después de su primer viaje misionero (ca. 48 d.C.). "El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye" (Gálatas 6:6). Parece que la instrucción aquí es al individuo. Cada creyente que se ha beneficiado de la enseñanza de algún maestro tiene la obligación de compartir sus bienes materiales con su mentor. "Toda cosa buena" puede incluir bendiciones espirituales pero no pueden ceñirse exclusivamente a ellas; incluye también lo material. Es importante notar que en el contexto inmediato tenemos estas palabras: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gálatas 6:7). El que no cumple con lo expuesto en el versículo 6, se está engañando a sí mismo y burlándose del Señor. Nadie puede evitar cumplir con su deber de remunerar a su maestro espiritual sin sufrir las consecuencias eternas. El segundo texto se escribió casi al final de la carrera de Pablo por el año 64 d.C. 1 Timoteo 5:17-18 trata el tema de la remuneración desde el punto de vista de la iglesia, no del individuo. "Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario". El tema central de estos dos versículos es la remuneración de los obreros. El "doble honor" significa doble recompensa o salario doble. Esto se hace obvio cuando consideramos que en el versículo 3 se usa el verbo "honrar" para referirse al sostén de las viudas. El sustantivo del versículo 17 y el verbo del 3 provienen de la misma raíz. El versículo 18 también clarifica el asunto. Pablo cita a Moisés y a Cristo para apoyar su enseñanza de que el obrero debe ser remunerado. No cabe duda alguna. El trabajador eclesiástico que trabaja bien, y especialmente si ministra en la predicación y la enseñanza, merece recibir un salario. La iglesia que no cumple con esa responsabilidad no puede prosperar, porque al igual que el individuo, se engaña a sí misma e intenta burlar al Señor. Moisés, Cristo y Pablo están cien por ciento de acuerdo en enseñar que los discípulos deben sostener a sus maestros. "El obrero es digno de su salario".

Las Epístolas Generales
Hay una porción en 3 Juan que instruye acerca del sostenimiento de los obreros itinerantes. Nuestro estudio no estaría completo sin dedicarle algunas líneas. Los versículos 5-8 atañen al tema. Esta carta se escribió a finales del primer siglo cuando abundaban los obreros itinerantes. Es probable que éstos dedicaran todo su tiempo al ministerio espiritual. Las iglesias debían prestarles servicio mientras estuvieran con ellos por medio de la hospitalidad (vv. 5-6a, 8a). El verbo "acoger" (v. 8a) significa ayudarles, dándoles hospitalidad. Cuando partían, los hermanos debían "encaminarlos como es digno de su servicio a Dios" (v. 6b) y cooperar con ellos (v. 8b). Estas porciones implican darles ofrendas con las cuales sostenerse hasta llegar a su próxima parada. Esos obreros "salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles". Los siervos del Señor no aceptaban ofrendas de los incrédulos. Dependían de forma exclusiva de las aportaciones de los hermanos.

¿Por qué trabajó Pablo?
Si Pablo enseñó claramente que el obrero tiene el derecho de recibir remuneración por sus labores y que los individuos y la iglesia deben sostener a sus obreros, ¿por qué trabajó él y rehusó aceptar remuneración en algunos lugares? No tenemos que adivinar la contestación a esta pregunta. El apóstol mismo da sus razones y son diferentes para cada lugar. Antes vimos que sólo hay evidencia concreta para esa práctica en tres ciudades, Tesalónica, Corinto y Éfeso. Ahora nos toca exponer las razones de esa conducta.

En Tesalónica
Son dos las razones por las cuales Pablo trabajó en esta ciudad principal de Macedonia.
1. Para no ser gravoso a los hermanos (1 Tesalonicenses 2:9; 2 Tesalonicenses 3:8). Hay que recordar que las iglesias de Macedonia pasaban por tribulaciones fuertes y que estaban sumidas en "profunda pobreza" (2 Corintios 8:1- 2). Dadas esas circunstancias y el amor que tenía hacia los tesalonicenses, no debe extrañarnos la decisión de Pablo de no usar de su derecho. Aceptó sus ofrendas para los hermanos pobres de Palestina, pero rehusó recibir remuneración por sus servicios.
2. Para ser ejemplo (2 Tesalonicenses 3:7-9). Uno de los temas principales de las dos cartas de Pablo a los tesalonicenses es la inminente segunda venida de Cristo. Algunos hermanos habían aprovechado esta enseñanza para abandonar su trabajo y dedicarse a esperar la venida del Señor. Ya que no se sostenían, tenían que depender de la bondad de los hermanos y de la iglesia para su manutención. Ambas prácticas fueron resultado de una mala interpretación de la instrucción paulina. Frente a esos abusos, Pablo puso el ejemplo que todos los tesalonicenses debían seguir. Se dedicó al trabajo manual para sostenerse a sí mismo y de esta manera avergonzar a los que tergiversaban su enseñanza. Aquí conviene mencionar una diferencia cultural entre los judíos y los griegos. Estos últimos despreciaban el trabajo manual, mismo que delegaban en los esclavos, mientras que los primeros lo apreciaban y todo hijo judío aprendía un oficio. Creo que Pablo ejercía su oficio para dignificar el trabajo manual en un contexto en el cual se despreciaba.

En Corinto
Pablo registra por lo menos cinco razones por las que trabajó en Corinto.
1. Para no ser carga o gravoso (2 Corintios 11:9; 12:13,16) En comparación con los tesalonicenses, los corintios eran relativamente ricos. Pero aun en esa situación de más medios económicos, Pablo optó por no recibir ofrendas.
2. Para "no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo" (1 Corintios 9:12b,23). Parece que los corintios eran bastante escépticos y afirmaban que Pablo predicaba el evangelio con el fin principal de sacar provecho del mismo. Cuando los falsos maestros llegaron a Corinto, se aprovecharon de esa actitud y acusaron abiertamente a Pablo de esa conducta mezquina.
Hay otro factor cultural que tiene que mencionarse. La costumbre judía era no pagar a sus maestros. Éstos recibían ofrendas ocasionales, pero tenían que ejercer un oficio para sostenerse. La práctica griega era lo opuesto. Los maestros no trabajaban con las manos, sino que exigían remuneración por sus servicios. Los enemigos de Pablo en Corinto habían adoptado la práctica pagana y usaban de su derecho de no trabajar sino, de exigir remuneración. El deseo del misionero era disociarse del paganismo y de los falsos maestros.
3. Para no perder su gloria (1 Corintios 9:15; 2 Corintios 11:10,12). La gloria de Pablo era lo que le distinguía de todos los demás. En este caso, Pablo se considera único por no ejercer su derecho al sostén. Si cobrara por sus servicios, sería igual que los demás maestros en Corinto. No tendría nada de que gloriarse. Estaba tan convencido de la validez de su política, que preferiría morir que cambiarla (1 Corintios 9:15).
4. Para no abusar de su derecho (1 Corintios 9:18). Pablo era muy humano. Sabía que su carne era muy débil. Reconocía que si comenzaba a usar de su derecho, sería probable que con el tiempo llegaría a abusar de él. Su actitud era la de mejor prevenir que lamentar.
5. Para no limitar su ministerio (1 Corintios 9:19a). Pablo sabía muy bien que el que paga manda. Si aceptaba salario de la iglesia de Corinto, tendría que someterse a ella en cuanto a su ministerio. Se sentiría obligado a servir sólo a esa iglesia. Él quería ser "libre de todos" aun del control de la congregación de Corinto que vendría si aceptaba su apoyo financiero.

En Éfeso
Hechos 20:34-35 revela que mientras Pablo estuvo en Éfeso había ciertas necesidades materiales que la iglesia no cubría. Según el versículo 34, trabajó para suplir las necesidades de él y de los miembros de su equipo. Había muchos menesterosos en Éfeso, y Pablo trabajó para poder ofrendar y así aliviar sus penas (v. 35).

OBSERVACIONES PARA NUESTROS TIEMPOS
¿Qué significa toda esta evidencia para nosotros que nos encontramos a finales del siglo XX?

La norma bíblica es que el obrero puede trabajar de tiempo completo en la obra de la iglesia y recibir el sostén completo. Que el obrero eclesiástico trabaje con sus manos y dé su tiempo libre a la obra del pastoreo, es la excepción y no la regla. Se permite porque el no trabajar es un derecho que uno tiene que usar o ceder, pero la norma de las Escrituras es que "el obrero es digno de su salario". 2 Corintios 12:13 enseña que la práctica de Pablo fue aceptar ofrendas en "las otras iglesias". Su proceder en Corinto (Tesalónica y Éfeso) violaba su costumbre. Muchas veces en nuestras iglesias se crea un ambiente que comunica la idea de que si uno trabaja en la congregación para sostenerse es un asalariado y obrero muy carnal. Lo espiritual es trabajar en un oficio y donar su tiempo libre a la obra de la iglesia. Este pensamiento va completamente en contra de la enseñanza bíblica y se debe refutar enérgicamente.

La opción de auto sostenimiento de los obreros en la iglesia local no es tan factible en nuestros días.
Lo primero que hay que admitir es que las iglesias actuales no son como las del Nuevo Testamento, que eran muy pequeñas y se caracterizaban por la intimidad. Se reunían en las casas particulares (Romanos 16:5; 1 Corintios 16:19; Colosenses 4:15; Filemón 2) y por ende, albergaban un número reducido de asistentes. Las investigaciones arqueológicas de las estructuras de aquella época han revelado que las casas más grandes de la gente adinerada podrían acomodar un máximo de cincuenta personas. La mayoría de las casas serían adecuadas para reuniones de unos treinta asistentes. Nuestras iglesias, en casi todos los casos, se reúnen en templos propios en los que caben desde cien, hasta miles de creyentes. Tampoco es igual el sistema de trabajo. En aquel entonces, la mayor parte de las industrias eran caseras. Muchas veces los trabajadores y aprendices vivían en la casa donde laboraban. No existían fábricas con líneas de ensamblaje, ni relojes, ni viajes de cuatro horas para llegar al trabajo y regresar a casa, como sucede con muchos obreros de la ciudad de México, Lima, Buenos Aires, Río de Janeiro, etc. Otro factor que hay que tomar en cuenta con Pablo es que era soltero. No tenía que preocuparse del sostén de esposa e hijos; podía mantenerse con relativamente poco dinero. No es así cuando tratamos de hombres casados con familia y todos los gastos que eso implica. Estos tres elementos hacen que sea poco factible depender de obreros de tiempo parcial en nuestros días.

Pablo era un misionero que se dedicaba al evangelismo y la fundación de iglesias, no era pastor o líder de una iglesia establecida.
El ejemplo de Pablo de no trabajar mientras realizaba su labor misionera no puede aplicarse en forma directa a la situación del pastor de una iglesia ya establecida. Como misionero, Pablo sacrificó su derecho de sostén para lograr sus fines evangelísticos. En su situación, ese era el sistema más adecuado para alcanzar sus metas. La enseñanza de Pablo es la que tenemos que seguir en la situación de obreros de iglesias ya establecidas (1 Corintios 9:4-18; Gálatas 6:6-7; 1 Timoteo 5:17-18). Esta instrucción incluye el sostenimiento completo de trabajadores que dedican todo su tiempo a suplir las necesidades de la iglesia local en desarrollo.

Aun en la obra misionera en la actualidad el sistema de sostén varía.
Históricamente, los misioneros evangélicos han adoptado la norma bíblica de no trabajar. Una de las razones de usar este sistema es que los gobiernos de las naciones generalmente no permiten que los extranjeros trabajen para mantenerse. Ni les permiten entrar sin tener su sueldo garantizado de alguna organización foránea. Además de esa restricción, los misioneros están respaldados por iglesias e individuos que ofrendan sacrificialmente para su sostén y para que puedan dedicar todo su tiempo y esfuerzos al ministerio religioso. Actualmente algunos misioneros tienen que trabajar ejerciendo su profesión porque los gobiernos no permiten que entren en sus países para realizar labores misioneras. La única forma de entrar en esas naciones es siendo un profesionista que hace su labor misionera en su tiempo libre. En la mayoría de estos casos, los misioneros/profesionistas complementan su salario con ofrendas enviadas por las iglesias que respaldan su ministerio.

El sostén completo de obreros de tiempo completo es factible si los hermanos aprenden a ofrendar proporcionalmente.
Si los creyentes ofrendan de lo que les sobra o por un impulso momentáneo, la iglesia jamás prosperará en lo que se refiere a finanzas. Tienen que disciplinarse a apartar un porcentaje de sus bienes antes de gastar su dinero en otras cosas. Surge la pregunta: ¿qué proporción se debe ofrendar? El Nuevo Testamento no fija un porcentaje, pero el Antiguo sí nos da un ejemplo, el diez por ciento. Recordemos que el propósito principal del diezmo en el Antiguo Testamento era
sostener a los sacerdotes y levitas. No abogo por restituir el diezmo como ley, sino como ejemplo. Si bajo la ley daban el diez por ciento, bajo la gracia debemos dar más. Juan C. Varetto en su libro "El dador alegre" escribe: "afirmamos que el viejo pacto está abolido,... pero que nadie use esta verdad para justificar su mezquindad y avaricia. No suceda que pretendiendo estar bajo la gracia esté bajo la desgracia". Recuerde que las porciones que normalmente se usan para enseñar principios de ofrendar bajo la gracia (1 Corintios 16:1-4; 2 Corintios 8-9) no tienen que ver con el sostenimiento de la iglesia local y sus obreros. Su instrucción se relaciona con ofrendas especiales y ocasionales para ayudar a hermanos necesitados. El Nuevo Testamento no contiene enseñanza específica sobre el método de ofrendar para sufragar los gastos normales de la asamblea. Frente a esta ausencia, creo que es bíblico adoptar el ejemplo del Antiguo Testamento de dar por lo menos el diez por ciento para pagar a los obreros y los gastos de mantenimiento de los programas de la iglesia. El diezmo como ley no es para nosotros, pero como ejemplo sí lo es.

RECOMENDACIONES
Terminamos este estudio haciendo tres recomendaciones.

Que cada iglesia local tenga por lo menos un obrero de tiempo completo sostenido por la misma. La urgencia de tener a tal obrero es obvia, especialmente cuando la iglesia pasa de los cien miembros. El sistema de trabajo voluntario tal vez era factible con las iglesias pequeñas que se reunían en las casas, pero en la actualidad nuestras iglesias necesitan de pastores de tiempo completo que pueden atender las necesidades de las ovejas a cualquier hora. Debe haber muchos
ancianos o líderes, pero por lo menos uno de tiempo completo sostenido por la iglesia.

Que las iglesias enseñen el deber de dar cuando menos el diez por ciento a la obra de la iglesia.
Esta instrucción tiene que ser parte íntegra del discipulado de los nuevos creyentes. Si la dejamos para cuando uno esté maduro en Cristo, nunca se desarrollará la costumbre. Nadie que se niega a aceptar el compromiso fuerte de ofrendar proporcionalmente debe ser considerado como miembro de la iglesia. Esta enseñanza debe ser comunicada constantemente a los hermanos. La responsabilidad de ofrendar nunca termina, pero somos olvidadizos y requerimos que nos la recuerden. Acuérdense de que la repetición tiene poder. Los mismos obreros pagados no deben sentir pena al hablar de este tema. Es parte de "todo el consejo de Dios" que tenemos que anunciar. Si no enseñamos sobre este tema, no cumplimos con nuestro deber y las ovejas serán perjudicadas.

Que los fundadores de iglesias (especialmente algunos misioneros extranjeros), que se valen del derecho de trabajar tiempo completo y recibir su sostén, no exijan que los obreros nacionales que tomen su lugar sean laicos que se auto sostienen.
Esta práctica es injusta y también antibíblica. Es injusta porque impone doble estándar, uno para el misionero extranjero y otro para el obrero nacional. No podemos esperar que la iglesia prospere tanto cuando hay tres voluntarios dando su tiempo libre a la obra como cuando un misionero dedica todo su tiempo al ministerio de la iglesia. Es antibíblico porque el derecho de trabajar de tiempo completo y ser sostenido es precisamente eso: un derecho. Cada quien tiene que decidir si va a aprovecharse de él o si va a ceder su derecho y sostenerse a sí mismo. Es antibíblico que yo decida por mi hermano. Ambos sistemas, sostén propio y sostén por la iglesia, son bíblicos. Lo que es antibíblico es que uno imponga su preferencia como el único sistema válido.

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