lunes, 28 de junio de 2010

EL ESPÍRITU DE PROFECÍA.

Un Análisis del Llamamiento Profético.
Por: Art Katz (Material aportado por Jorge Ramírez
Guatemala)

Prólogo.
"Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía" (Apocalipsis 19:10b).
Existe una poderosa e irrevocable identificación entre el Señor Jesús, su propia persona distintiva, y el espíritu o esencia de aquello que es profético. El vínculo entre los dos es íntimo e inextricable. Perderse el significado de lo profético es perderse al Señor. Rechazar lo profético es rechazarlo a Él. Jesús mismo ejerció funciones como un profeta, y lo que Él es en sí mismo es lo que es lo profético en sí mismo. De esa forma están unidos.
Clásicamente, un profeta comunica el sentir de Dios como Él de hecho es. Este es el fundamento sobre el cual la iglesia está levantada: “...edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo (Efesios 2:20). No son ni la enseñanza o el ministerio solamente lo que los apóstoles y profetas traen, sino igualmente el sentir de Dios como Él de hecho es en Sí mismo. Al traer la palabra, el profeta comunica algo intrínseco a su propia persona de ese sentir. Ese asunto es fundamental para la iglesia, o la iglesia se rendirá inevitablemente ante otra perspectiva de Dios que es superflua y que no es Dios para nada. Los profetas, entre otras de sus funciones, corrigen a la iglesia de una imperfecta o inadecuada percepción de Dios.
Bien podría ser que la más grande enemistad del mundo contra Dios viene sobre los profetas por esta mismísima razón, es decir, que ‘atacar’ al profeta es atacar a Dios. El mundo está en enemistad con Dios, pero el profeta es la manifestación corpórea y visible de los elementos centrales del ser mismo de Dios, y por tanto el mundo tiene la oportunidad tanto de identificar como de odiar y despreciar aquello que está por Dios. El Testimonio del profeta es la declaración de Dios, no solamente cuando está hablando, sino muy a menudo cuando está en silencio. Su sola presencia es una abominación y una ofensa para un mundo que desprecia a Dios. Necesitamos mirar con una urgencia celosa cualquier cosa que pretende ser profética y no lo es, porque ello cuestiona la validez de ese llamamiento para la iglesia al presentar un modelo falso de Dios.
Existe una gran responsabilidad para ese don de Dios a los hombres, y si es maltratado, ignorado o rechazado, inevitablemente el resultado final será un juicio. Se ha de pagar un precio muy alto cuando estamos de acuerdo o no a la ligera, y no mencionemos cuando rechazamos violentamente a aquel a quien Dios envía en un manto profético, porque él es la esencia de lo que Dios mismo es en Su propio ser. Israel apedreó en repetidas ocasiones a los profetas que le fueron enviados, y al hacerlo, invitó e hizo necesarios los juicios devastadores que siguieron. De hecho, la venida del profeta es ‘el día de decisión.’ El recibir o rechazar al profeta es hacer una declaración final a Dios. Es una decisión que afecta el destino, de una forma u otra, que determinará el futuro de ese individuo, esa iglesia o esa comunidad.
Que este modesto intento de identificar las características esenciales de lo profético deje al lector con un entendimiento más grande del Señor Mismo.
Introducción.
Hay dos grandes palabras que la iglesia necesita guardar con un celo fiero, que son profético y apostólico. Si ambas palabras son abaratadas o se hace que signifiquen algo que no era la intención de Dios, entonces hemos perdido nuestro fundamento. Si nuestros apóstoles y profetas son dudosos, ¿que será entonces de la superestructura si está basada sobre ese fundamento? La superestructura no puede exceder el fundamento; por tanto, el fundamento merece la más excesiva atención. Esta ha sido nuestra pasión y celo desde hace mucho tiempo, y hemos sido cuidadosos sobre el uso de estas palabras en todos los aspectos, menos en su uso indiscriminado o ligero, que es lo que desafortunadamente ocurre hoy.Hay un fenómeno presente tomando lugar en todo el mundo, de un interés repentino en el llamamiento profético. Una de las cosas interesantes que hay que notar, es la popularidad actual de ese llamamiento, con gente que alegre y velozmente asiste a conferencias para escuchar hombres que son llamados ‘profetas’ y ‘oráculos.’ Se nos advierte que en los Últimos Días, habrá falsos profetas, falsos apóstoles y unciones falsas. En el libro de Apocalipsis, la iglesia de Éfeso es felicitada por el Señor, por haber discernido a los falsos apóstoles, “los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (Apocalipsis 2:2b). Necesitamos, por tanto, tener un entendimiento o por lo menos intuir lo que las funciones apostólica y profética representan y la importancia de lo que representan. Existe cierta ingenuidad e ignorancia acerca de lo profético entre el pueblo de Dios. Hay un número incontable de ministros que toman estos títulos para sí mismos, o que se permiten ser descritos con ellos, que no están en estos oficios, o que en el mejor de los casos son expresiones falsas de ellos. Ha venido a suceder que muchos ni siquiera pueden distinguir entre el don de profecía y el oficio de profeta. No es posible pensar en otra confusión más básica que pudiera destruir el fundamento de la iglesia que ésta por sí sola. El oficio de profeta es tan santo. Ellos son presentados como los “santos profetas de antaño.”
El don de profecía es otra cosa aparte que puede ser ejercitada a través de cualquier creyente como le plazca al Espíritu. Eso, de cualquier forma, no hace de alguien un profeta y esa diferencia necesita ser señalada urgentemente. La naturaleza más formidable del engaño en los Últimos Días no será algo tan grotesco que puede ser identificado inmediatamente como salido de las entrañas del infierno; en lugar de eso, será depositado en el lenguaje más convencional, ortodoxo y bíblico. Será, por esa razón, más difícil de discernir el bien que el mal. El mal es muy notorio, mientras que el bien es sutil. El bien tiene mucho que decir de sí mismo y mucho para recomendarse, pero si el bien no es de Dios y solamente emana de cierto tipo de personalidad humana altruista, entonces el bien será tan destructivo para los intereses de Dios que el mal. Aquello que parece bueno nos separará de la voluntad particular y perfecta de Dios, y es, por tanto, más mortal que el mal obvio, ya que no se reconoce como mal.
¿Cómo entonces, podremos discernir? Vamos a tener que odiar aquello que es bueno –el bien falso; que pretende ser bueno; que parece ser bueno; que apelará a nosotros como siendo bonito, correcto o placentero. Necesitamos odiar el bien en ese entendimiento, odiar la sentimentalidad y odiar aquello que nos provoca una bonita sensación. El falso profeta es aquel que dice, “paz, paz, donde no hay paz.” El ‘nos hace sentir a gusto,’ ¿y quién no quiere estar a gusto? Existe algo que lo anhela, y por eso mismo los falsos profetas tienen listo un mercado, grandes audiencias, buenas respuestas y listas de correo masivas, porque lo que la gente quiere es aquello que es bonito, bueno y placentero a los oídos.
Los falsos profetas de Baal con quien Elías estaba en conflicto realmente pensaban que habría un dios que les contestaría. Ellos creían de todo corazón que habría para ellos un fuego de los cielos. Ellos no eran hombres cínicos con una postura religiosa. Ellos estaban engañados por sí mismos. Los falsos profetas de los Últimos Días bien podrían ser hombres de sinceras intenciones, completamente persuadidos de que están en lo correcto y de que el otro hombre es la persona que está en un error. Entonces, ¿qué distingue al uno del otro? Difícilmente podríamos pensar en otra pregunta más válida para la iglesia en este tiempo.Y de la misma forma hay dos caminos que corren paralelos. Uno va a lisonjearte con entretenimientos para tu carne y el otro te llamará inevitablemente a la Cruz, y de ahí mismo podrás saber quienes son los verdaderos profetas y quienes los falsos. ¡Este asunto de falso o verdadero es un asunto crítico, y es el asunto de la Cruz en un apropiamiento auténtico—no solo en un credo! Estar meramente satisfecho con el conocimiento de un credo que pensamos ser cierto, es por sí mismo el corazón del engaño y de la apostasía. El conocer algo pasivamente creyéndolo como verdad doctrinalmente hablando, no es la declaración de Su ‘verdad.’ Eso se queda corto de la realidad existencial que Dios busca. Si no hemos presionado y luchado para obtener la realidad de la verdad, entonces no seremos capaces de comunicársela a nadie. Lo que estamos mirando en la nueva cosecha de ‘profetas’ es un testimonio de un cristianismo dudoso que no ha presionado ni luchado, sino que está satisfecho con un credo voluble y un afán por experiencias confirmadoras. Ha sido suficiente para nosotros para salir al paso, pero insuficiente para la gloria de Dios. ¡Todo descansa en la apropiación existencial de la fe!
Hay algo también acerca del poder seductivo de la aprobación y aceptación de parte de los hombres que trabaja en nosotros como una levadura que fermenta en desastre. El hombre anhela la aprobación de sus compañeros, recibir su apreciación y ser honrado por ellos. Ser indiferente a ése honor y aprobación, y hablar la palabra necesaria, aunque eso traiga un doloroso rechazo, solo puede ser soportado por alguien que no tiene vida en sí mismo. Le da lo mismo ser rechazado o aceptado, malentendido o aprobado. Es otra vez aquí donde la Cruz separa al profeta verdadero del falso. La adulación es una forma en la que espíritu de anticristo gana y tiene influencia sobre los hombres. Es tan engañoso, puesto que ¿quién no ama el reconocimiento y ser adulado?
Necesitamos, por tanto, crecer en nuestra habilidad para discernir y percibir la verdad en lo general, y la verdad acerca de este llamamiento en particular. Pudiera ser que ciertos practicantes sean tan diestros en parecer proféticos exteriormente, que las multitudes correrán tras ellos, y el hombre verdadero, quien no da ninguna impresión de esa clase, sea completamente ignorado—¡y aún sea el portador de la palabra de Dios!
El Profeta Histórico y Presente
¿Qué es lo que se levanta en tu propio pensamiento y en tu propio corazón cuando la palabra ‘profeta’ es evocada? ¿Qué imagen, qué percepción de las cosas viene a tu propio entendimiento? Necesitamos recordar que los profetas falsos eran aquellos que vestían ropas ásperas para engañar, y que la única razón por la que podían tener éxito era porque aquellos a quienes engañaban tenían una anticipación o un estereotipo del profeta que ellos podían cumplir. ¿Un profeta tiene que ser un hombre de cabello largo que viene del desierto, vistiendo ropas ásperas, que actúa de una manera extraña y peculiar, y que escudriñe intensamente con sus ojos? ¿Cómo definirías lo que es un profeta? ¿En qué es diferente de un apóstol, un maestro o un evangelista? ¿Aún existen los profetas o eran estrictamente un fenómeno del Antiguo Testamento? ¿Existe tal cosa como un profeta del Nuevo Testamento, que sea algo muy diferente de aquel en el Antiguo?
Hay una tremenda cantidad de diferencia y controversia que origina este tema. La iglesia realmente ha sufrido de una especie de dicotomía entre el Antiguo y el Nuevo, como si el Nuevo hubiera desplazado o anulado el Antiguo. Esa no es la manera en que Dios lo ve. Esa es la terminología que los hombres han empleado, pero no es la terminología que Dios mismo ha dado, y hemos sufrido por eso. Los judíos han sufrido también a causa de eso, porque los deja seguros dentro de la estructura de su propio entendimiento judaico: “Ustedes tienen su Libro; nosotros tenemos nuestro Libro.” Eso implica que: “Ustedes tienen su Dios, y nosotros tenemos nuestro Dios.” Eso es una impresión que nunca estuvo en las intenciones de Dios. Hemos permitido a nuestros parientes judíos que se jacten en su falso entendimiento y que encuentren seguridad en él. Necesitamos, por tanto, contender por una fe, aquella fe continua e inquebrantable, dada desde el principio, que tiene su clímax, su conclusión y consumación al final por el mismo Dios que la dio en el principio.
Parece que somos fascinados por los ‘profetas’ contemporáneos sin importar su superficialidad, que no han prestado el menor interés a los grandes profetas hebreos de antaño a través de los cuales Dios habló, no solo dirigiéndose al Israel de su propia generación, sino también al Israel futuro. Esto raya en una especie de esquizofrenia bíblica. Necesitamos recordar constantemente que los profetas son los profetas de Israel. Ellos son los voceros de Dios a la nación. Nada revela más a Dios como Dios como es visto en Sus tratos y juicios con Israel. Separarnos a nosotros mismos, por tanto, de Israel y de los profetas de Israel, es colocarnos fuera de donde podemos escuchar a los profetas de Dios. Esto afectará toda nuestra consideración de lo que queremos decir por profético. Nos condenará a una superficialidad acerca de las cosas de las que ya somos víctimas.
En dos palabras, necesitamos indagar cuáles son los elementos clásicos y atemporales que han constituido a los profetas en cada generación, ya sea que se trate o no de Elías, Isaías o Jeremías. ¿Existen diferencias esenciales en sus mensajes? Si podemos llegar a un entendimiento aquí, entonces estaremos penetrando en la verdad de lo que es el llamamiento profético. ¿Es el consuelo y el confortamiento benigno de un tipo falso, lo que generalmente el pueblo desea? Nuestras almas claman por ello, particularmente durante tiempos de angustia y consternación. El profeta verdadero, sin embargo, frecuentemente echa sal a las heridas de los que le escuchan. Él profundiza el dilema y lo coloca en una perspectiva aún más aguda al decir, “Tú no vas a encontrar paz hasta que haya un juicio por esto.” Él trae un mensaje no bienvenido que contradice todo lo que es entendido religiosamente y de lo cual la carne quiere zafarse, y la forma más común de nulificar dicho mensaje es matar al hombre que lo trae, o neutralizarlo.Por diversos que sean los profetas, ¿existe algo central que corre a través de ellos, que es intrínseco a ser profético? ¿Cuál es el corazón, la quintaesencia de lo que es profético? La calidad del hombre rara vez se manifiesta en su hablar o su escritura, pero todos ellos comparten el mismo título ‘profeta.’ Estamos tratando de llegar al corazón de lo que es la definición profética, puesto que si no lo hemos visto hasta ahora en los tiempos del Nuevo Testamento, ¿cómo podremos entonces conocerlo y anticiparlo cuando venga? Estamos en un curso hacia grandes tumultos y controversia en las colisiones de los Últimos Días entre los reinos de las tinieblas y la Luz, en una batalla final que termina eventualmente en la victoria de uno y en la derrota del otro. No podemos imaginar, por tanto, que la edad vaya a terminar sin hombres del tipo bíblicamente profético.
Si examináramos los llamamientos de todos los profetas y sus repuestas, veríamos cuán a menudo estos hombres clamaban, “Pero yo soy un niño y no puedo hablar.” Después de todo nuestro escrutinio, tendríamos un retrato, y sería un retrato compuesto de lo que es el genio profético. Esto es lo que queremos identificar, porque ciertamente el clamor por eso en particular está con nosotros en éstos Últimos Días. Repentinamente, este tema ha prorrumpido en la conciencia de la iglesia, y ahora hay un flujo súbito de emoción. Pareciera que corremos a donde sea para escuchar a ‘profetas.’ Ellos han alcanzado una popularidad instantánea y son anunciados en las formas más pródigas, no solo como profetas, sino como ‘los oráculos de la hora.’ Esto es, por tanto, un fenómeno que necesitamos examinar para ver qué tan legítimo es, y si es en verdad de parte del Señor o algún tipo de imitación. Debiéramos tener tal experiencia en Dios para saber que cuando lo auténtico está por manifestarse, muchas veces es precedido por algo ficticio o una falsificación. Observamos con mucha cautela este presente fenómeno profético, y tenemos el sentir de extremar precauciones en nuestros propios espíritus—aunque sea solamente porque es algo repentino y muy popular—y ambas cosas no han sido nuestra experiencia. El verdadero profeta experimenta precisamente lo opuesto, a saber, nada de popularidad y bastante reproche.
El Oficio de Profeta y el Don de Profecía
Una distinción importante, como hemos venido diciendo, es distinguir entre el don de profecía como opuesto al oficio de profeta. De hecho, nuestro fracaso en hacer esa distinción entre ambos bien pudiera ser el error más grave que se esté cometiendo. Tenemos la tendencia de llamara un hombre o una mujer ‘profeta’ cuando solamente se están moviendo en el don de profecía, pero que no están llamados al oficio. La falta está en pensar que ésta es una dispensación del Nuevo Testamento y que por tanto requiere otra definición. Sin embargo, si solo existe una definición, y ha estado en vigencia durante todo el tiempo, aunque no lo hayamos visto mucho recientemente, entonces no hay razón alguna para buscar otro tipo de definición. El Espíritu de Dios reparte generosamente Sus dones, los cuales Él puede otorgar en determinado momento como Él quiera. Empero, eso no es una distinción o designación permanente. El Espíritu de Dios puede caer sobre cualquiera de nosotros y podemos profetizar. Estamos operando por el Espíritu en el don de profecía. El don es algo que el Espíritu ejercita según Su voluntad. Y puede venir ya sea a través de un hombre o una mujer. No tiene nada que ver con su llamamiento, su entrenamiento, su preparación o su calificación. Puede ser informal, directivo o una palabra de aliento, pero el oficio de profeta es algo completamente distinto.
El oficio de profeta difiere del don de profecía en que es permanente. Es dado junto con el hombre. Es un llamamiento, y bien pudiera ser que ese hombre, quien tiene el oficio de profeta, pueda pasar toda su vida en ese servicio y nunca hablar una sola vez por el don de profecía. La iglesia está sufriendo actualmente de la ignorancia que viene al confundir estas dos categorías. Llamamos profetas a hombres que no tienen el oficio, sino que están operando en el don de profecía, y en muchas instancias, ni siquiera el don de profecía, sino en una engañosa clarividencia.
El oficio del profeta es algo supremo que conlleva una enorme responsabilidad. Alguien así trae los oráculos de Dios. Él está en pie por Dios y hablando de parte de Dios con la autoridad de Dios. Sus declaraciones son las intenciones del corazón de Dios para con su pueblo y esto tiene que ver con sus propósitos en el entendimiento del tiempo presente a la luz de las cosas que son futuras y eternas. Es el profeta el que es alertado.El hombre que se llama a sí mismo profeta y habla estadísticamente (por ejemplo, una precisión del setenta u ochenta por ciento) no está en la misma tonalidad, el carácter y el tejido característico de un hombre verdaderamente profético. Determinar si un profeta es falso o verdadero no debiera depender inmediatamente en que sus predicciones sean acertadas o no. El asunto no es la precisión de la predicción para avalar a los profetas. Incluso pensar estadísticamente nos coloca sobre una base falsa para determinar lo que es verdadero o no entre los profetas. Los profetas falsos traen un mensaje bíblicamente correcto, pero es la clase de mensaje que es una rutina, o sea, que cualquiera puede traer. No hay nada que pueda señalarse en términos doctrinales, pero no es un oráculo. No es un mensaje que tenga peso profético, intensidad, seriedad o exigencia. Un oráculo puede ser distinguido por la forma en que trae consigo una percepción de la realidad y de Dios que no estaba ahí antes de que la palabra fuera enunciada. ¡Revela las cosas como Dios mismo las ve, que no es para nada como nosotros las vemos!
Si permitimos que la palabra ‘profeta’ sea dada a cualquiera que puede dar una profecía predictiva o que tenga incluso el don de conocimiento o clarividencia, y llamar a eso un oráculo profético, entonces ya estamos encaminados hacia el engaño. Estos hombres hablan mensajes, pero solo es un preliminar de lo que uno ha estado esperando para obtener la ‘acción’ por la cual hemos realmente asistido al servicio, esto es, por sus profecías personales que tanto emocionan a la audiencia. ¡El asunto más grande no es si estos profetas son acertados la mayor parte del tiempo, sino que si en verdad son profetas! Confirmar a la iglesia en su iluminación presente por el ejemplo de estos hombres es análogo a los falsos profetas del Antiguo Testamento quieres confirmaron a Israel en su pecado. Uno debe preguntar “¿Cuál es su revelación? ¿Es un oráculo? ¿Qué tiene de diferente comparado con la predicación general de otros quienes no tienen la profesión de profeta? ¿Su distintivo no es más que el sensacionalismo o la emoción, o la anticipación derivada del elevado estatus generado grandemente por la afirmación entre ellos mismos?”
La Función Profética
La quintaesencia de la función profética es dada a Jeremías durante el principio de su ministerio: Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar (Jeremías 1:9-10).
En esta declaración, la primera expresión del llamamiento profético es juicio. A menos que tengamos un estómago que soporte eso, no nos será concedido el privilegio de la palabra que edifica y planta. Notemos el orden de las palabras: lo más difícil primero. Todo lo que es doloroso para la carne y que nos hará merecedores del desagrado de los hombres tiene que ser declarado primero. El profeta está llamado para arrancar y romper las cosas que son queridas de los hombres. Esto incluye sus tradiciones religiosas, las cosas falsas que ellos han celebrado por generaciones y las cosas a las que ellos quieren adherirse porque tiene que ver con su identidad, su dignidad y la manera en la que se ven a ellos mismos. Los hombres van a matar por eso y aún así el profeta tiene que ir a rasgar y destruir. ¡Y se contenderá fieramente por las cosas que son falsas! Su palabra tiene que ser destructiva antes de ser benevolente. A menos que estemos dispuestos a hablar la palabra destructiva, jamás seremos usados para la benevolencia. Los profetas que fueron fieles para hablar la palabra de exilio y de juicio fueron los mismos a quienes les fue concedido el privilegio de hablar la palabra creadora de restauración y regreso.Un profeta identifica la falsedad y la destruye sin ninguna compasión. Hay algo acerca de su palabra que es como fuego. Está arrancando, desarraigando y destruyendo antes de que esté plantando y edificando. ¿Quién quiere escuchar a hombres así? Los profetas no sólo traen cosas a cuestionamiento; ellos las hacen pedazos delante de los ojos de quienes las estiman. El volver a hablar con ese hombre después de lo sucedido es como tocar lo inmundo. Ellos lo han identificado y esa palabra se les ha pegado. No es de sorprenderse que tales hombres no sean bienvenidos en lugares donde la gente desea continuar con su estilo de vida sin ser confrontado.
Un profeta critica y descubre sin piedad, sin ningún temor o preocupación del hombre, la mentira o inclusive la verdad ‘convencional,’ es decir, las premisas que se asumen inconscientemente sin ningún cuestionamiento, que constituyen muerte en la vida del que les presta oído. Él revela la mentira y hace sonar el silbato. Bien pudieran ser las mentiras de los profetas falsos. El mundo entero está fundamentado en mentiras, pero cómo puede saberse a menos que llegue una palabra de verdad. Si esa palabra ha de venir, entonces ha de venir a través de un hombre que está totalmente libre del temor del hombre. Todos nosotros sabemos que el temor del hombre es el factor más poderoso e inhibidor que hace su obra en la vida de los ministros de Dios. Estar libre de eso y hablar sin ninguna preocupación del temor del hombre es una declaración final que conlleva una historia de tratos con ese siervo. Todos nacemos con temor del hombre. Vivimos preocupados por el hombre, por su reconocimiento y por su aplauso. Los hombres aman el reconocimiento de los hombres, particularmente de los hombres de prestigio, pero debemos ser destetados de esa necesidad. Es un proceso; no sucede en un solo día. Cada vez que el Señor nos trae a un lugar para ser destetados, debemos someternos. Debemos llegar a un lugar en donde no solamente somos indiferentes al aplauso de los hombres, sino también a sus críticas y reproches. Un profeta requiere, por tanto, de un discernimiento extraordinario para emitir un juicio crítico y de una habilidad analítica que ha sido esmerilada por el Espíritu.
El estilo de vida propio de un profeta debe ser entonces, un repudio de la mentira. No podemos exponer y denunciar valores falsos si nosotros mismos nos suscribimos a ellos. Hay algo acerca de la pobreza que es más que un accidente o circunstancia. Es apropiada para la autenticidad de nuestra unión con Dios. El ropaje de pelo de camello y la dieta de langostas son simbólicamente intrínsecos a la vida profética. Hay una razón por la cual Juan el Bautista estaba en el desierto y no en Jerusalén, siendo el hijo de un sacerdote. Él no podía estar en el mismo lugar que el Establecimiento. No podía disfrutar de sus beneficios y ser expuesto al mismo tiempo a su falsedad. No podemos dar rienda suelta en nuestro estilo de vida a aquellas mismas cosas que condenamos delante de otros. Por tanto, el estilo de vida es muy importante en relación a la palabra que haya de ser proclamada, y probablemente nada deja más al descubierto si se es un profeta verdadero o falso que esto. Los profetas falsos comían de la mesa de Jezabel. Elías tenía que ser alimentado por cuervos y vivir junto a un arroyo. No se trata de procurar vestirse de pelo de camello porque es algo romántico o porque se deba de vestir así para ser distintivo y diferente. En lugar de eso, los valores que son falsos no pueden encontrar lugar en hombres así. Un profeta es llamado a revelar la mentira, las premisas ocultas que necesitan ser examinadas a la luz de Dios acerca de los valores, acerca de la vida y sus propósitos. En consecuencia, nuestro propio estilo de vida debe ser un repudio por la mentira, aún cuando la sociedad y una iglesia carnal la justifiquen. El habla de un profeta no sólo revela la mentira, sino que también la condena y la juzga. Su palabra, como su vida misma, es un destructor divino.
Cuando Elías dijo: “No habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (1 Reyes 17:1), no estaba diciendo que habría una ligera diferencia en el patrón climático de Israel. Él estaba diciendo que no tendrían cosechas. No tendrían qué comer. Ellos iban a experimentar una hambruna. Iba a tratarse de un juicio de parte de Dios, e iba a venir a través de la palabra de Elías. Su palabra no era solo un retazo de información o una opinión, sino el evento de juicio. Eso iba a afectar a toda la nación. Este es el tipo de palabra que necesita ser revivida y restaurada.La tarea del profeta es establecer una alternativa apostólica y celestial que sea lo suficientemente válida y poderosa para desplazar completamente la mentira. Él presenta un punto de vista aún no existente de realidad, contrario en todos los aspectos (particularmente hacia lo que se considera como ‘real’) y para lo cual no hay precedente o modelo en la experiencia del que escucha. Él trae una realidad que cancela y destruye el tipo de validación y respaldo que los valores del mundo dan a sus oyentes en ese momento. Si él no hubiera venido, ellos habrían pensado que lo que estaban celebrando como real, era real. Cuando el profeta llega, sin embargo, no solamente suena la alarma contra lo que es falso; él trae la percepción de la eternidad misma e induce al oyente a ella. Por su hablar, pone en marcha algo que lleva a la audiencia hasta un lugar en donde lo que fue echado a un lado como ‘falso’ se convierte en lo verdadero. La palabra viene a ser creadora y establece la resonancia de algo que no había sido entendido –algo que es máximo y eterno. Taladrar a través de lo que es falso, levantar otro tipo de estándar y hacer de eso el fundamento de la vida es una clase extraordinaria de proclamación.Para añadir a eso, aquellos que reciban esa perspectiva, la cual el profeta expone como la alternativa a la mentira, se condenan a sí mismos a ser peregrinos y transeúntes en la tierra. Si ellos van a recibir una palabra profética como ésta, que los llama a la misma visión celestial en la que Abraham caminó, entonces habrá una consecuencia real, si no es que radical, para sus vidas. La palabra, entonces, que llega a los oyentes, tiene que hacerlo con tal poder, autoridad y credibilidad, de manera que los que la abracen sepan que en efecto están firmando su sentencia de muerte. Nadie va a firmar eso a menos que haya sido persuadido por una palabra que invita a esta forma de consagración. Sólo un profeta, un hombre del fundamento, puede traer una palabra semejante. Él hace un llamado de máxima consagración para el oyente –hasta la muerte. Esa es la razón por la cual los falsos profetas son invitados a hablar y escuchados en mayor proporción que la verdad misma. El profeta falso confirma a los oyentes en su condición presente y les asegura que ellos ‘complacen’ al Señor.
El propósito del profeta es sola y celosamente la voluntad del Padre. Él restaura la visión perdida de una manera que energiza al pueblo de Dios, especialmente en tiempos de crisis, cuando la desesperación necesita ser convertida en esperanza—habiendo sido despojado previamente de todas las esperanzas falsas por el profeta mismo. Él no se detiene ni es obstaculizado a la hora de ser cruel antes de ser amable. O sea, el profeta nos trae ‘el momento de la verdad.’ Estando de pie ante el concilio del Señor, él está capacitado para percibir el error y para declarar atrevida e inequívocamente la verdad necesaria, aunque se encuentre en pleno conflicto con el consenso imperante.
La tarea del profeta es restaurar a los hombres que han perdido, o que nunca han tenido la mentalidad bíblica y la perspectiva bíblica de las cosas que son inmutables ante los ojos de Dios. Él comunica el punto de vista divino, particularmente a la gente que no está dispuesta a escuchar eso. Si la palabra profética es crítica para que el pueblo de Dios esté alineado con la perspectiva de Dios, entonces la clase de palabra que es traída por los profetas es el asunto supremo. Donde existan profetas auténticos que están dispuestos a traer una palabra que no es bienvenida, también habrá una multitud de falsos profetas que traen a su vez una palabra falsa y cómoda que dice: “Paz, paz” cuando no hay paz.Siendo consumido de un celo por la gloria de Dios, el profeta expone los propósitos más altos de Dios de forma que pueda obtener el sacrificio de los oyentes para cumplirlos. No es suficiente el solo manifestar cuál es el programa de Dios, sino hacerlo de tal manera que gane la disposición de sus oyentes para que participen en el cumplimiento de los propósitos supremos y eternos de Dios—¡en un sacrificio! La palabra profética comunica los propósitos eternos de Dios en una forma tal, que gane el compromiso de sus oyentes al sacrificio necesario para su cumplimiento. Eso requiere más que una mera explicación. El profeta es un resumen, un testimonio fiel del sufrimiento que esa adherencia evoca. En otras palabras, aquellos que van a abrazar la visión que él presenta, están invitando al sufrimiento. Por tanto, el profeta que los llama a ese sufrimiento, tiene que mostrarlo en sí mismo y dar la evidencia de que ese es el camino de Dios, y de que la Cruz es central a la fe. Él hace claro a sus oyentes que la persecución, si es que no el martirio, es intrínseco a la fe de esta clase—y gana su disposición. El ganar la consagración de los oyentes a ese llamamiento es un golpe, un éxito rotundo que requiere la autoridad y la unción de aquellos que llevan Su palabra. Es un llamamiento a lo supremo y al sacrificio, y esa es la razón por la cual ese tipo de palabra siempre será resistida.
El profeta anuncia y proyecta el final inminente de este mundo con un juicio y furia apocalíptica, suficiente para hacer nacer el deseo vehemente por “un cielo nuevo y una tierra nueva en donde hay justicia.” Él no solamente trae a consideración de los oyentes que el mundo, al cual ellos mismos han celebrado y donde sus propios corazones están, se encuentra bajo un juicio cuya intención es para destrucción, sino que también da nacimiento a un deseo por aquello que desciende de lo alto y que reemplazará la era presente.
Un profeta es un hombre de la Palabra. Aborrece la superficialidad al mismo tiempo que guarda profundamente la santidad del lenguaje y su significado contra su abuso y abaratamiento. Por tanto, él no siempre es un huésped cuya presencia disfrutemos y tampoco es bueno para las conversaciones fáciles y triviales. Él guarda su boca porque conoce la santidad de las palabras y no va a prestarse a las conversaciones frecuentes para devaluar el peso de sus palabras. Hay junto con él una historia de esperas y silencios.
Un profeta rehuye a las distinciones y honores que los hombres confieren. Estas cosas traen consigo cierta aura de prestigio y eminencia, pero el hombre profético, para ser genuino delante de Dios, es muy frecuentemente el profeta del ‘desierto’ o de la ‘soledad.’ El desierto no representa una aislamiento físico, sino una separación voluntaria y consciente del tipo de cosas que están calculadas para comprometer. Él no está buscando dar una impresión favorable en apariencia o conducta, y desprecia lo que es para lucimiento, lo sensacional o fantástico. Un profeta está asiduo en volver a los hombres a Dios y no hacia sí mismo.
Este llamamiento es otorgado y no algo que nosotros evoquemos o tomamos por nosotros mismos. Pero si lo tenemos, entonces necesitamos conocer que Dios va a trabajar en nosotros, vez tras vez, para asegurar que será Su palabra la que será declarada y no la nuestra.
Proclamación Profética
Los profetas de Dios en la historia redentora de la fe siempre han sido oráculos. Su palabra hace que su llamamiento sea distinguible. La palabra profética tiene mucho peso y la reconocemos cuando la escuchamos. Hace una demanda particular a nuestra atención y de la misma forma, demanda nuestra obediencia. Esa clase de palabra solo puede venir del concilio de Dios. Lo que nos concierne es la deshonra de la iglesia, el rechazo del valor y la valoración de la palabra hablada, cuando aquello que no salió de Su concilio es anunciado como la palabra profética.
Qué importancia, consecuentemente, coloca esto sobre la proclamación profética. El profeta habla con urgencia. Si puedes escuchar a Dios en ese discurso y llevarlo al corazón y arrepentirte, entonces serás salvado de lo mismísimo que él está advirtiendo. Bien pudiera ser que el hombre es ofensivo a tu parecer, y desearías desacreditarlo y encontrar cualquier razón para hacerlo. Eso le da, por tanto, una urgencia al mensaje del profeta que hace de la proclamación profética algo muy diferente de la enseñanza, evangelismo o predicación pastoral. Jesús dijo acerca de sí mismo: "Si yo no hubiera venido, no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado" (Juan 15:22). En otras palabras, “Mi aparición y Mi hablar han removido de ustedes todo fingimiento y pretextos. La verdad ha venido en Mí mismo, y ahora ustedes son responsables. Antes de que Yo llegara, ustedes tenían la excusa para su superficialidad y para sus prácticas religiosas, las cuales creían ustedes que era la realidad, pero ahora que Yo he venido, ahora que Yo he hablado, ya no tienen excusa. El estándar divino ha caído sobre ustedes. La realidad de Dios, la revelación de Sus propósitos ha sido presentada, y ahora ustedes son responsables de eso. No pueden continuar como lo había estado haciendo antes. Si escogen rechazar lo que ha venido, estén seguros de que no podrán continuar como lo han hecho. Ustedes o caerán hacia un lugar más bajo del que estaban, o irán adelante hacia algo cualitativamente nuevo.”
El hombre verdaderamente profético no solamente abarca el pasado y el futuro; él mismo es ambas cosas. Él está viviendo en el futuro eterno cuando al mismo tiempo está en armonía con el pasado bíblico. Hay algo acerca de toda su forma de ser que muestra cómo se conduce a sí mismo. Él no se encuentra en éste mundo. No queremos decir con eso que él es alguna especie de criatura volátil sin significado. El ya escucha una resonancia de las cosas que van a suceder. Su anticipación, apercibimiento y apropiación de esa realidad es muy genuino para él, tanto así que cuando no puede hablar de ello como un tema en concreto, ya está expresándolo a sabiendas. Trae una percepción de la continuación inquebrantable de la fe. Él está en el Hijo, el Eterno e Inmutable. Viene a un pueblo que está confinado en el tiempo y la cultura, que es producto esclavizado de la era en que vive. Él muestra la declaración atemporal e irrevocable de Dios en verdad y realidad más que cualquier otro, más allá de las categorías convencionales del tiempo. Puede ver la eternidad hacia la cual todo está tendiendo, y brinda invenciblemente el significado de ello al momento presente para aquellos que lo están escuchando.
El percibir ‘la mente del Señor’ y el ser capaz de articular eso, es inherente al llamamiento profético. Siempre habrá una tensión como resultado de la oposición entre la mente del mundo y la mente de Dios, entre nuestros propios pensamientos y Sus pensamientos. Los profetas, por tanto, siempre están colocándose en un lugar de oposición y resistencia. Porque los pensamientos de Dios no solo son puros, sino que también son contrarios a los nuestros e invariablemente hacen un requerimiento. Uno no puede escuchar a Dios sin que esa palabra le exija algo. Nosotros llegamos a esa conclusión en nuestros estudios bíblicos semanales: “Si no estamos escuchando una exigencia de parte de Dios cada vez que nos unimos a examinar Su Palabra, entonces no estamos escuchando de Dios. Solamente estamos usando Su Palabra como un texto de estudio.”Cuando Dios habla, algo tiene que cederse. Si nosotros no queremos ceder ese algo, entonces habrá una tensión de resistencia y rechazo a la palabra. Si la gente no puede encontrar la oportunidad de oponerse a la palabra en virtud de rechazar la palabra, ellos encontrarán su punto de oposición rechazando al hombre. Y Dios siempre va a proporcionar algo a qué aferrarse como excusa para rechazar el mensaje. Siempre habrá una oportunidad si los hombres desean encontrar la manera de absolverse a sí mismos de las implicaciones y los requerimientos de la palabra de Dios. Y al mismo tiempo, el hombre que la está trayendo, no justificará el asunto de tal forma que diga, “Bueno, eso es lo que Dios usa.” Él necesita dolerse por el hecho de que tenga cualquier defecto y buscar por todos los medios la forma de rectificarlos, y de ser impecable y sin ofensa delante de Dios y del hombre. Sin embargo, por más diligente que sea en eso, los hombres aún encontrarán de qué ofenderse. Lo encontraron en Jesús, y lo encontrarán en nosotros, pero “...y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí (Lucas 7:23).”
La Voz del Profeta
Dios da una gran importancia a la voz de los profetas. No se trata solamente de sus palabras, sino de su voz, que lleva la urgencia y la seriedad divina de Dios. Si eso es cambiado, aunque se retenga la palabra técnica, hemos perdido el mensaje. La resonancia de Dios está en su manera de hablar, y ésta conduce no solamente el significado y el contenido, sino también la disposición del corazón mismo de Dios y cómo es que Él se siente acerca de lo que está siendo dicho. El talante de la declaración no tiene nada que ver con la selección del profeta. Habrá veces cuando él es como un pedacito de terciopelo y no puede alterarlo. Él está incómodo hablado de tal manera y desearía tener la libertad de darle a la palabra la ornamentación que necesita. Él está, sin embargo, tan limitado por Dios en la forma de hablar como en el contenido del mensaje. Otras veces el mismo hombre está fuera de sí. No puede ser contenido. Está cayéndose del borde de la plataforma en la intensidad del momento. En ambos casos, no es el hombre el que hace la determinación, sino Dios.
Cuando el profeta, a quién Dios ha enviado desde temprano y sin cesar (Jeremías 7:25), no es atendido y la palabra es rechazada, entonces lo que viene por último y a continuación es juicio. Por tanto, no hay duda de que hay una urgencia en el hablar y en sus palabras que está calculada más para impactar que para edificar. De tal suerte, el profeta es visto muy a menudo como hórrido, destajando e impactando. La acusación más común es que ‘no tiene amor,’ algo que debe soportar. Esa es la forma en la que suena y se ve, pero cuántos de nosotros podemos ver que la palabra áspera es amor supremo. Para un profeta, no haber declarado el mensaje hubiera sido no haber amado—si eso es lo que la urgencia del momento requirió. No es una justificación estar en tal modalidad continuamente, sino en el momento que Dios lo pide, y debe obedecerse.
El estado de ánimo del profeta las más de las veces está en violenta oposición con el estado de ánimo que ha sido previamente establecido en la congregación, especialmente por el ‘grupo de alabanza.’ Hemos tenido más conflictos con grupos de alabanza y líderes de alabanza de lo que pudiéramos contar. Comúnmente parecieran tener un propósito independiente para sí mismos, y establecen cierta atmósfera, por contraria a Dios que sea. En lugar de trabajar en conjunto con la palabra que ha de ser declarada, o de percibir el ánimo y el corazón de Dios, ellos ya numeraron sus coros, y tienen planeado lo que van a cantar y a hacer. Tienen a su músico virtuoso, el talento, los amplificadores y van a ‘hacer sus cosas.’ El filo de muchos mensajes ha sido embotado y el poder de ellos perdido a causa de tal tensión y oposición no declarada, donde el ministerio musical es celebrado como el objeto en sí mismo. ¡Tal vez necesitemos desconectar el enchufe de cada retroproyector y de cada amplificador! Será mejor que nos estemos ahogando tratando de cantar y perdernos una palabra aquí y allá, pero llegando hasta el espíritu de adoración de Dios, que ser guiados con coros y más coros y más coros. Lo que parece es que ellos están realmente tratando de hacer es crear una atmósfera para un servicio, más que tocar el corazón de Dios, no digamos preparar para recibir una palabra a aquellos que se han congregado.
La mayor parte de las veces, un profeta enviará a la gente a sus casas acongojados y con muchas preguntas sin responder. Él no tiene la mentalidad que lo desea todo envuelto para regalo con un moño, todo en un servicio, y enviar a la gente feliz a sus casas. Él los enviará pero adoloridos, e incluso agonizando. Proferirá cuestiones que él mismo no ha contestado adecuadamente, y con las cuales los demás tendrán que luchar y pelear para alcanzar un lugar más genuino en Dios. Hay pocos pastores, tal vez uno en cien, que estarían dispuestos a permitir que su congregación sufriera esa clase de tensión. “Mándalos a sus casas contentos” es la premisa no escrita de la religión contemporánea a la cual los profetas no se suscriben. Ellos no están para enviar a la gente feliz a sus casas. Ellos son del tipo que los enviarán de regreso agitados con cuestiones que los oyentes son compelidos a considerar y que no pueden ser preguntadas y contestadas en un solo servicio.
Las sospechas del profeta son alertadas si hay alguna ejecución teatral o sensacionalismo que invoca una modalidad emotiva o cualquier otra cosa que el oído ama oír que pueda atraer a aquellos que están aburridos y desean una especie de alternativa a su aburrimiento. Aquel que habla del juicio venidero no debe de mejorarlo con nada más que la palabra misma. Él no tiene que brindarle calidad adicional como para hacerlo más apremiante para el oyente. La palabra misma habla por sí misma. Cualquiera que busque introducir un elemento extraño a través de su propia personalidad o manera de hablar es más bien falso. Empero, el profeta no tiene mucho espacio para conducirse a sí mismo. Si somos muy individualistas y deseamos hacer alarde u ostentación o hacer nuestra cosa a nuestra manera, entonces somos descalificados.
Aunque la vida del profeta es enteramente rendida a Dios, no hay una rendición de la identidad. De hecho, su identidad es establecida. Él pierde su vida pero la ha encontrado. Los profetas son distintivos, hombres de carne y sangre con personalidades. No son robots que llevan la palabra de Dios como un artefacto mecánico. Ellos son formados en el vientre, y esa formación es de Dios.Proclamando la Palabra que es ‘Otorgada’ El espíritu del profeta está sujeto al profeta. Si no es el momento de Dios, entonces necesitamos refrenarlo. Algo sucede internamente en el profeta cuando contiene y retrae su propio espíritu y no escupe simplemente las palabras. Una profusión es siempre un gran alivio, pero aguantar hasta el momento señalado está más allá del asunto de lo que nos alivia a nosotros. Se trata del asunto de qué glorifica a Dios. Todavía hay un ‘yo’ involucrado cuando soltamos abruptamente algo. Necesitamos llegar a un lugar donde no existe interés o satisfacción en nosotros mismos. Da lo mismo que hablemos o que no hablemos, ser vistos o no ser vistos, ser usados o no ser usados, ser puestos a un lado o ser empleados. Solo entonces podemos ser usados.
El propósito de Dios no es el alivio de nuestra tensión, sino la revelación de Su gloria. Tenemos una mentalidad orientada hacia el alivio y no hacia la gloria, y en tanto que permanezcamos en esa condición nunca seremos utilizados para ministrar la Vida de Dios. Tenemos una pregunta y de la misma manera esperamos una respuesta. La pregunta bien pueda ser buena e interesante, ¡así que por qué no hacerla y esperar una respuesta! Tenemos una necesidad y la queremos suplida. Eso no es ser gobernados por el Espíritu de Dios, sino por el interés propio. El hecho de que se trate de un interés espiritual no lo exenta de ser interés propio. El profeta no opera por su propia curiosidad. No se justifica la expresión de algo solo porque sea válido o bueno. El asunto aquí se trata de lo que Dios concede en ese preciso momento.
El profeta no está en la libertad de declarar todo lo que ve. Él puede decir solamente lo que Dios quiere que vea. Él no procede por lo que ve, o por lo que escucha, su propia subjetividad o sus propias impresiones. Él es del Señor, y tal vez esa sea la razón por la cual Dios es más celoso en cuanto al hombre profético que a ningún otro. El profeta es uno que es el vocero de la misma palabra de Dios. No es la palabra del profeta. El profeta está muerto. Él ni tiene vida hasta que Dios la da, y Dios la otorga para Su propósito y gloria solamente. Aún cuando puedas ver a aquellos a quienes es dirigida la palabra irse abajo como moscas y cayendo sobre sus rostros por el impacto y poder de esa palabra, muchas veces él no experimenta absolutamente nada en ese instante. Él sigue inmutable y no es afectado por aquello que ha derribado a otros sobre sus rostros. Simplemente, él está fuera de ello porque no es su palabra. No puede exaltarse en ella. No es su obra. Es la más extraña de las sensaciones el estar de alguna manera separado del poder y el efecto de las palabras propias, y recibir la prohibición de tocarlo o de obtener alguna satisfacción personal.
Habrá veces cuando un profeta entrará a una congregación que parece ‘tener todos los cabos atados’ y que esté adorando estruendosamente—y todo tiene la apariencia de estar bien—empero él está afligido. Él está casi doblado y hecho nudos en el hombre interior. Tiene angustia en su alma, mientras todos los demás la están pasando bien. ¿Cuántos han estado en funciones donde ellos son el único ‘raro’? Todos los demás parecen estar siendo ‘movidos por Dios,’ y hay toda clase de charlas acerca de ‘la presencia de Dios,’ pero no percibes presencia alguna. No estás consciente de ninguna unción. No ves ninguna bendición. Todo lo que miras es un mar de carnalidad y gente engañada por sí misma, haciendo mucho ruido, y tu presencia en ese lugar es una contradicción a todo lo que está sucediendo. Para colmo, tú no estás ahí como un observador; ¡tú eres el que va a hablar! ¿Y qué será lo que vas a hablar? ¿Hablarás confirmando aquello que la gente cree y celebra como la realidad espiritual, o tomarás el silbato que está en tu bolsillo y lo soplarás gritando, “¡Falsedad! ¡Fingimiento! ¡Inducido por ustedes mismos! ¡Emotivo! ¡Sensual!”?Hay situaciones en las que no se está seguro de qué decir o hacer. Es una clase remarcable de sufrimiento estar en tal dilema, y aún después de que el momento ha pasado, somos asaltados por el pensamiento de que tal vez nos hemos perdido el instante cuando debimos haber hecho algo y no lo hicimos. Es un sufrimiento, pero ese sufrimiento se encuentra en el corazón de la iglesia. Este tipo de sufrimiento es inevitable, frecuente y debe de ser soportado. Muchos de nosotros hemos agonizado al ver la condición de la iglesia, y el Señor lo sabe, y hay algo inevitable acerca de ello, una cierta tensión de no saber. Siempre nos preguntaremos si obramos correctamente. Necesitamos cargar con ese sufrimiento, y el Señor honra eso. Cuando la respuesta redentora llega, vendrá desde aquella disposición a sobrellevar ese sufrimiento como algo intrínseco a lo que es profético.
La Seriedad de la Proclamación de la Palabra
Hay mucha importancia en la responsabilidad del pueblo de Dios en identificar correctamente a aquellos a quienes Dios les ha enviado, es necesario hacer una elección. Al tomar esa decisión, algo es golpeado en la vida del creyente que le afectará profundamente por el resto de sus días. Tan solo la presencia del hombre, no digamos el contenido radical de sus palabras, hace un requerimiento grande al oidor. ¿Qué harás con este hombre y con su palabra? Algo ha llegado a suceder en un momento de tiempo que exige algo de ti, y si no lo reconoces y lo cedes, entonces no seguirás adelante simplemente, sino que caerás de espaldas. Algo incisivo e inesperado ha venido y tu respuesta a ello afectará toda la continuación de tu futuro en Dios.
A la luz de eso, el profeta tiene una enorme responsabilidad, la de ser de tal manera auténtico que pueda constreñir y apremiar al pueblo de Dios con una formalidad que nunca antes había sido de ellos. ¿Qué tanto más necesitaremos considerar seriamente nuestra propia caminata, y por esa razón, cómo es que nos atrevemos a abandonarnos a estilos de vida carnales y casuales? La seriedad de Dios está llegando a sus congregaciones, la cual exige como nada antes lo había hecho. Súbitamente, ellos tienen a un orador invitado, y en el momento en que abre su boca, algo es golpeado y es hecho un requerimiento que jamás había sido siquiera sugerido, lo cual estará lleno de portento para todo su futuro.La función del profeta es absolutamente un asunto de vida o muerte, más de lo que puede serlo en otros llamamientos. Si hay una palabra falsa, podría ser muerte. Si no hay una advertencia, podría ser muerte—literal, física. Si no enfatiza los asuntos que son eternos, podría estarle robando al oidor. No es una exageración decir que el rechazo de los profetas provocó la muerte de Israel. ¡Qué más se puede decir al respecto de algo que es de vida o muerte, y aún así Dios lo coloca en carne y sangre, en hombres, sujetos a toda la fragilidad y la debilidad de su propia humanidad! Se trata de una enorme responsabilidad que él pueda decir: “Así ha dicho el Señor”, o incluso si no utiliza esas palabras, siguen implícitas, y el peso de ello ha de ser llevado en la debilidad y flaqueza de su humanidad.
Cuando Dios llama a Ezequiel “Hijo de Hombre,” no está articulando unas pocas palabras. Es como si el profeta necesitara estarse acordando de su humanidad. Dios elige una frágil pieza de humanidad para una tarea de tan grandes proporciones porque es una declaración contra el misterio de los principados y potestades del aire. El profeta mismo, en su propia persona, en la elección de Dios, es por sí mismo una declaración contra la sabiduría de los poderes de las tinieblas. Bien podría pensarse que Dios reservaría la tarea de hablar esas palabras para Sí mismo. Él solamente está calificado y tiene la autoridad; pero el colocarlo en carne, en el misterio de la encarnación, es dar un picotazo de lleno en el corazón de la sabiduría de los poderes del aire. Ellos jamás hubieran hecho una cosa como esa, sino que habrían escogido algo apropiado para la tarea, por ejemplo, algo dignificado, monumental y que tuviera todas las credenciales habidas y por haber. Por tanto, los profetas de Dios son extremadamente conscientes de su humanidad, no solo al principio de su llamamiento, sino en toda la duración de su empleo como tales.
La Anatomía de los Profetas Falsos
Hemos de ser celosos por la verdad del llamamiento profético. Si la iglesia está edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas entonces nunca podremos ser lo suficientemente cautelosos al considerar este tema. ¿Nuestros profetas de hoy en día hablan desde sus propios corazones y espíritus? ¿Vienen a hablarnos después de haber estado en el lugar secreto con Dios? ¿Con qué formación proporcionada por la relación con los miembros del Cuerpo de Cristo vienen estos profetas? ¿Han sido nutridos apropiadamente, no sólo por el don, sino por el carácter de hombres proféticos, antes de que ministren a la iglesia? ¿Por cuánto tiempo y qué tan bien han sido parte de una iglesia o comunidad local? ¿Han sido ellos enviados por dicha comunidad en un envío que es más que un asunto ceremonial? Es más, ¿sabemos lo que es un envío verdadero?
Los profetas falsos se validan entre sí, donde uno aplaude, afirma y establece al otro, pero no es una comunidad lo que los ha avalado. Ellos no han sido levantados por el trabajo orgánico de Dios, como en la iglesia de Antioquía. En lugar de eso, ellos rinden tributo y cumplidos a sus colegas, especialmente a aquellos que están fluyendo en lo mismo. ¿Cuál es la fuente de su hablar profético? ¿De dónde obtiene el profeta su palabra? Si no es del concilio de Dios, el lugar secreto, ¿cómo puede ser la palabra de Dios? Si los hombres afirman tener una comisión, tenemos el derecho de pedir evidencia que lo confirme. En Jeremías capítulo 23, Dios nos brinda una poderosa declaración acerca de los profetas verdaderos y los falsos. Es una cosa el tener una acusación contra Israel, pero cuando se comienza a acusar a los profetas de Israel, lo mejor y lo más noble, entonces debe de tratarse de un símbolo de la baja condición de la nación antes de su juicio.
“Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad,” dice Jehová (v.11).
Es notable cómo este asunto de servirse recíprocamente se manifiesta en los líderes de movimientos, comunidades o iglesias locales y los profetas falsos, y cómo están a gusto uno con el otro y cómo se afirman entre sí. La gente tiene una aprobación no declarada para con sus ministros: “Ustedes nos presentan un mensaje bíblico. Nosotros pagamos las cuentas y tendremos un servicio el domingo que mantendrá nuestras vidas libres de cualquier clase de demanda que verdaderamente toque nuestros más importantes intereses y tesoros. No deseamos un mensaje que vaya a confrontar aquello en lo que nuestro corazón realmente está.” Como es el sacerdote, así es el pueblo. Como es el pastor o el predicador, así es la congregación. En esa clase de situaciones debemos ser proféticos—¡y muy probablemente apedreados!
“Por tanto, su camino será como resbaladeros en oscuridad; serán empujados, y caerán en él; porque yo traeré mal sobre ellos en el año de su castigo,” dice Jehová (v.12).
Eso implica que no hay un juicio inmediato, sino un tiempo señalado en el cual Dios juzga a aquellos que profanan su casa—incluso a aquellos que originalmente tuvieron llamamientos auténticos y santos. Bien pudiera ser esa la razón por la cual el Señor sigue permitiendo que continúe aquello que es llamado profético y que es tan popular, pero para ellos, así como para los sacerdotes y profetas de antaño, habrá un año de visitación o un tiempo cuando Dios les ponga un alto.En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en nombre de Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel (v.13).
Hay una consecuencia para el ministerio profético falso. Afectará a la nación entera y por lo tanto a la iglesia entera si se sigue el mismo principio.
Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra (v. 14).
Su perspectiva de la verdad y de Dios está corrompida por su forma de vida sensual e impía. Caminar en mentiras y cometer adulterio van de la mano. Si vas a cometer adulterio, entonces hay una forma en la cual debes de justificarte internamente, y eso es solamente posible a expensas de la verdad de Dios. También en el hecho de que fortalece las manos de los hacedores de maldad. No hay nada en su proclamación que cause arrepentimiento, sino una condonación para aquellos que están en un lugar de oposición contra Dios. Se trata de algo como con los jueces hoy en día que no pueden enunciar una sentencia contra los transgresores. No pueden traer la severidad de la ley contra el delincuente, porque su propia vida es en sí una trasgresión.Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos contra aquellos profetas: He aquí que yo les hago comer ajenjos, y les haré beber agua de hiel; porque de los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan… (vs. 15-16a).
¡Nótese que Dios todavía los llama profetas! La razón es que los dones y llamamientos de Dios son irrevocables. Ellos todavía retienen su título oficial, pero lo que están llevando a cabo bajo ese título es una abominación a los ojos de Dios. No hay algo más profano que lo sagrado que no es auténticamente sagrado. Cuando tomamos la frase “Así dice el Señor” y la empleamos meramente como un artificio para ganarse la atención de nuestra audiencia, estamos profanando lo sagrado. Si lo hacemos así, ¿qué podemos esperar? Si no somos semejantes a un pueblo de sacerdotes que enseña la diferencia entre lo santo y lo profano, ¿qué esperanza tiene el mundo?Os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová. Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros (vs. 16b-17).
Ésta debe de ser la quintaesencia de lo que es un profeta falso, poniéndole nombre, el dar una falsa seguridad de paz que no tiene en cuenta la verdad de las condiciones que deben de enfrentarse. Es una indisposición a traer una palabra dura. Las cosas que se profetizan son normalmente aduladoras y suaves para la carne, en lugar de ser amenazantes o llamar a una confrontación o reto. Históricamente, los profetas falsos han hablado de paz cuando no hay paz. ‘No nos sobrevendrá calamidad alguna’ es desgraciadamente la clase de declaración profética que se hace todos los días, especialmente en Israel. Estos hombres están dando un consuelo engañoso a aquellos que no están correctamente alineados con Dios. Humanamente hablando, no veríamos a estas personas como quienes desprecian a Dios. Dios los ve, sin embargo, como quienes le desprecian a Él, y nosotros necesitamos ver las cosas como Dios las ve. Los profetas falsos traen consigo una palabra de aliento y ánimo para aquellos que están presentemente fuera de una relación correcta con Dios y les dan la garantía de que su relación con Dios está en orden.Porque ¿quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a su palabra y la oyó? (v. 18).Aquí está el verso clave. Cualquier cosa en Dios, en el último análisis, se trata de un asunto de relación. Él nunca otorgará nada independientemente de la relación. Cuando Dios llamó a Moisés al monte para recibir las tablas de la ley para que las enseñara, Moisés tuvo primeramente que subir y estar allí. ¿Cómo es que los que no hemos estado en el concilio de Dios y escuchado Su palabra nos atrevemos a decir, “Así dice el Señor”? Creo que es imposible par un ministro dado a buscar su propio beneficio y a ganarse a su audiencia por encima de todo lo demás, pueda siquiera estar en ese lugar. Para poder estar en el concilio de Dios, se requiere de humildad verdadera, de quebrantamiento verdadero, de dependencia ulterior hacia el Señor, de capacidad genuina para esperar y de separación del interés propio, fama, fortuna y reconocimiento. Hombres abandonados a esas cosas no pueden estar en el concilio del Señor, ¡y aún así son los primeros saltar y decir, “Así dice el Señor!”
La característica predominante de los ministros hoy en día es su inclinación a separar el ministerio de la relación. Hemos hecho del ministerio una cosa en sí misma. Hablamos de adorar al Señor, pero de alguna forma hacemos solo una actuación. La relación no es la clave solamente para el otorgamiento de dones o para recibir las tablas de la ley, sino también para obtener la habilidad de enseñar esa ley correctamente. Una vez que se secciona la relación del ministerio, se está maniobrando sobre terreno sumamente peligroso. El ministerio fluye de la vida y la vida fluye de la relación, y si rompemos esa conexión e independizamos el ministerio de ella, entonces tendremos un ministerio que Dios no reconoce, honra o emplea.Porque ¿quién estuvo en el secreto (concilio) de Jehová…?
Esta frase implica una cercanía a Dios. ¿Cómo es que, entonces, estos profetas quienes hablaban tan pródigamente a la nación con gran influencia guiándola al mal, no estaban en ese lugar? ¿Por qué no obtuvieron la palabra de Dios en su secreto (concilio) y en Su presencia? ¡El que haya un pequeño momento de titubeo para contestar esta pregunta dice muchísimo acerca de nosotros! Ellos eran adúlteros y caminaban en mentiras, y por tanto, ¿cómo podrían estar en el concilio de Dios? Éste Dios es santo y no es posible acercarse a esa presencia en esa condición. Ni siquiera hay deseos de acercarse a ese lugar en esa condición. Esa es la razón por la que obtenemos nuestras palabras de otros o inclusive de dentro de nuestras propias cabezas. Pararse delante de Dios requiere de santificación. Requiere algo de nuestra propia condición que permita esa clase de relación íntima.
Es estando en el consejo de Dios y estando en la presencia de Dios que la palabra puede venir, pero el hacer de la palabra y su obtención la razón y la condición para entrar en esa presencia, ya hemos salido de la tierra santa. Se trata de un acercamiento en un espíritu utilitario y no en el espíritu de devoción a Dios por lo que Él es. ¡A Moisés se le dijo que subiera al monte y que permaneciera ahí, no por el beneficio de lo que obtendría por el hecho de subir, aún tratándose de beneficio ministerial, sino simplemente por que Dios es Dios! Él es el Creador y nosotros su creación. Se requiere que estemos ahí, y si no hay palabra, entonces no hay palabra. Si acudimos buscando una palabra en ese sentir utilitario que tenemos, entonces ya no es tierra santa. Se trata del espíritu del mundo y su premisa no escrita de que uno debe de hacer esto para obtener aquello. Sencillamente no conocemos qué significa ‘hacer’ o ‘estar’ por amor a Él solamente. Si nunca hemos llegado primeramente al lugar donde Dios está, ¿cómo podremos salirles con eso a los demás hombres? Por tanto, existe un desvarío en todo lo que hacemos y decimos que no tiene origen en la presencia de Dios, a donde no puede entrarse en el espíritu utilitario.La búsqueda de Dios es algo extraordinariamente difícil de llevar a cabo y pocos son los que tienen la iniciativa. Se trata de un sufrimiento, y de hecho, si hemos de ser rudamente honestos, es la muerte. Vivir en la tierra, en la carne, en el tiempo y en el mundo, y tener compañerismo y comunión con Dios es un logro inigualable. Si puedes alcanzarlo, entonces mantenlo, pues no querrás tener que volver a comenzar desde cero. Estamos hablando de algo crítico. ¿Qué diremos entonces de ese gran número de profetas que se han levantado en un período tan corto en años recientes? ¿Están hablando lo que escucharon en el Secreto de Dios? El juicio de parte de Dios para los que fracasan en obtener Su palabra en el lugar indicado es severo:He aquí que la tempestad de Jehová saldrá con furor; y la tempestad que está preparada caerá sobre la cabeza de los malos (v. 19).La palabra ‘malos’ (más correctamente ‘perversos’) se usa casi exclusivamente para referirse a aquellos quienes deberían de conocer mejor. Se trata de quienes profesan conocer a Dios y que debieran conocer a Dios y aún así, intencionalmente, actúan incorrectamente. Eso es maldad.No se apartará el furor de Jehová hasta que lo haya hecho, y hasta que haya cumplido los pensamientos de su corazón; en los postreros días lo entenderéis cumplidamente (v. 20).
Nótese que el juicio es demorado. No es inmediato, pero sobrevendrá luego a causa de aquello que constituye una ofensa para Dios ahora, poniéndole nombre, las concesiones de Sus profetas y la manera en la que ello ha afectado a la nación.No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras (vs. 21-22).Es posible saber cuándo la palabra viene del secreto de Dios por sus efectos salutíferos. Afectará a la nación o la comunidad para que se vuelva a Dios, en lugar de hacer que se alejen de Él, y hará que dejen sus malos caminos y obras. Hablando en términos generales, cuando los hombres invocan la frase, “Así ha dicho el Señor,” es casi un testimonio del hecho de que el Señor no ha dicho nada. Si Él ha dicho, entonces no tenemos que ornamentar la declaración para hacerla legítima. La declaración misma vibrará con la verdad de Dios y el sentir de Dios. ¿Es una declaración avivada por Dios de un tipo original que necesitamos escuchar en el lugar de crisis en el que estamos, o es alguna clase de ornamentación para darle una aprobación carismática a nuestras reuniones? ¡Si es lo segundo, tendrá el efecto de abaratar la integridad de aquello que es profético y lo convertirá en una cosa trivial y grosera que cualquiera puede y ofrece a voluntad!Cuando los profetas de Israel dijeron, “Así dice el Señor,” entonces sabemos que lo que sigue a continuación será un juicio terrible, donde Dios confirma las palabras usadas para comunicarlo, porque son palabras de un juicio ulterior. Por lo tanto, debe de quedar claro desde el principio del mensaje que el profeta no está hablando de sí mismo. Hemos heredado la profecía escrita, como aquella que afectó la historia de Israel. Pero tratándose de profecía hablada contemporánea, necesitamos discernir si es en efecto el Señor quien está hablando, y la marca de agua para verificar su autenticidad no es que nos la presenten etiquetada, sino su unción y autoridad.El llamamiento al profeta es el llamamiento a la Cruz. Es una forma frecuente, si no es que continua, del más tremendo y exquisito sufrimiento. ¿Es posible decir, “Así dice el Señor” sin articular esas palabras o sin hacer que estén implícitas en nuestra declaración, a menos que nuestras palabras vengan a través de la Cruz? Es a través de una muerte. No es nuestra propia palabra, sino la Suya, la cual solamente puede provenir de un lugar en el que la Cruz sea el epicentro. Eso era verdad para los profetas antes del advenimiento de la Cruz. Elías precedió la Cruz históricamente, pero conocía la muerte inherente a ella cuando dijo, “…no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.” Jesús conoció la Cruz antes de pender de ella. La Cruz solamente ejemplificó e hizo visible aquello a lo cual Su vida estuvo siempre sumisa.¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra? Yo he oído lo que aquellos profetas dijeron, profetizando mentira en mi nombre, diciendo: Soñé, soñé (vs. 24-25).
El corazón de la ofensa que constituye ser falso delante de Dios es que todo ello toma lugar como si Él no estuviera viendo, ni entendiera, ni se enterara de lo que se está haciendo. Es una presunción enorme, la cual Dios nota. De hecho, se trata de una completa ausencia del temor de Dios o de la reverencia a Dios como Dios. ¡Aquellos que lo hacen realmente creen que están escuchando de Dios y que lo que están comunicando es el secreto de Dios! Han llegado a tal engaño, que están persuadidos de ello y de que cuando dicen, “Así ha dicho el Señor,” es por cierto Dios quien habla. Podemos llegar a esa condición a través de una erosión gradual, un poquito cada vez, tal sutilmente que no se posible notarlo, de tal forma que cuando el proceso concluye, no solamente se es falso, sino que se piensa que se es genuino. Se requiere de vigilancia continua sobre los asuntos del corazón para que el engaño no culmine su obra, en donde el hombre engañado piensa que está en lo correcto mientras guía a muchos a la perdición. Esta es la razón por la cual Dios nos insta a exhortarnos los unos a los otros diariamente mientras todavía hay tiempo, porque mañana será demasiado tarde.…hacen que mi pueblo se olvide de mi nombre con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero… (v. 27a).
En otras palabras, se comunica un sentir de Dios que no es de Dios, y hace que aquellos que lo escuchan piensen que es Dios porque viene etiquetado con el nombre de Jesús. Las cosas proféticas falsas y las cosas que son engañosas afectarán la manera en la que la gente percibe y entiende a Dios, especialmente cuando éstas los confirman en su superficialidad. Dios no puede sino sufrir pérdida. Profetizan “en el nombre del Señor,” pero ya que es falso, el efecto es que la gente “olvide Su nombre,” les hace perder el sentir de Dios como Dios, de lo que Él es majestuosamente en Él mismo.Podemos saber si la palabra es de Dios cuando ésta es como la que se expresa en el verso 29:
¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?
En otras palabras, “Mi palabra irrumpe hasta lo profundo; derrumba y consume.” Si quieres distinguir entre la palabra profética que viene de Dios y entre la palabra profética de los hombres, salida de su propia mente e imaginación, y que es falsa, aquí está la diferencia: La palabra de Dios es como fuego. Su palabra consume y es como un martillo que hace pedazos la roca. Es devastadora y tiene un efecto que contiene el poder para romper y quemar hasta lo profundo. Nunca será la jalea inocua que nos confirma en el lugar donde estamos, especialmente cuando nuestra vida es sucia y débil. Su palabra ha de abrasar el corazón, revelando su verdadera condición, y no la que nosotros pensamos que tiene.
Toda palabra genuina hace una demanda, y si no respondemos, significa que no hemos escuchado realmente. “Si oyereis hoy Su voz, no endurezcáis vuestros corazones (He. 4:7b).” Si hemos escuchado, debe de haber una respuesta de nuestra parte. No responder es endurecerse. No existe tal cosa como neutralidad. Cuando la palabra de Dios es la palabra de Dios tendrá consecuencias para bien o para mal. Jamás debemos ignorarla o permitirla pasar y asentir con la cabeza diciendo, “Sí, eso fue una palabra buena e interesante. Hasta me gustó.” Demandará y obtendrá algo de nosotros o nos endurecerá, y esa es la razón por la cual encontramos tanta gente endurecida, y es entonces cuando Dios llegará al extremo de usar un clamor profético, el cual tiene que ser como un martillo golpeando contra la roca, rompiendo hasta que haya arrepentimiento y liberación.Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras cada uno de su más cercano. Dice Jehová: He aquí que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho. He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová (vs. 30-32).Existe cierta atmósfera casual que prevalece en las conferencias y sesiones donde hombres que no han sido enviados por Dios, han tenido la oportunidad de hablar como si hubieran sido enviados de Dios. Lo triste es que grandes cantidades de cristianos en el mundo jamás han escuchado una palabra profética genuina hablada en la autoridad de Dios, y todo lo que han escuchado lo suponen como la norma. No tienen plataforma para hacer una comparación. Sin embargo, escuchar tan solo una vez esa palabra, es ser arruinado para siempre por cualquier cosa que sea menos que ella. Por tanto, hay una gran necesidad de que esa palabra y esa autoridad lleguen a la tierra, de tal forma que la iglesia pueda ser “arruinada” y que sus miembros sean candidatos para la verdad. Se trata de la palabra que se ha convertido en un “evento.”Los profetas falsos roban las palabras de Dios los unos de los otros, y a menudo hablan idénticamente. Si analizamos los últimos treinta y cinco años, ¿no ha habido una sucesión de novedades, modas y panaceas a las que nos apegamos? Hay una manera en la que uno puede hacer un análisis alzando el índice y diciendo: “¿En qué dirección está soplando el viento? ¿Qué es lo corriente? ¿Qué es popular en éste momento? Sé que si hablo acerca de la fe, a la gente le va a encantar; o de oración o de alabanza o del crecimiento de la iglesia, o de evangelismo.” Parece que tenemos la tendencia de pasar por períodos en donde ciertos temas han alcanzado un lugar de popularidad, y uno simplemente se adapta; entonces tomamos lo que otros están diciendo, y luego uno comienza a decirlo. Es mucho más fácil escuchar la palabra de otros hombres y repetirla, sabiendo que ésta ha sido aceptada y aprobada. Necesitamos escuchar desesperadamente del corazón de Dios; y el único que puede comunicárnoslo es aquel que está en estrecho contacto con Su corazón a través de comunión consistente. Hay una puerta de muerte a la reputación, nombre y aceptación, y es la misma que nos lleva al lugar del secreto de Dios; pero es solamente en ese lugar que la palabra de Dios será otorgada—y en ningún otro lado.Integridad y Formación Profética Es un llamamiento de la clase más alta que nos pone de frente al galardón, no del oficio como una abstracción, sino que éste descansa y es inherente al hombre mismo. El hombre es el objeto en sí mismo. Él es el hombre profético. Su mensaje no es alguna especie de añadido. No es un espíritu sin cuerpo que simplemente nos comunica una palabra. Está atado a la palabra. Si le rechazas, entonces estás rechazando la palabra que viene con él, es decir, rechazando la Palabra hecha carne. Es necesario percibir la inseparable naturaleza del oficio y el hombre, y esa es la razón por la cual los profetas no nacen en un día. Tampoco vamos a poder producirlos en una escuela de tres meses ni en cualquier cosa comparable con eso. Se trata de un proceso en donde Dios se confiere a Sí mismo en la esencia de Su Persona.
El profeta no alcanza una identificación con la visión de Dios en un solo día. Existe una historia de tratos, de descorazonamientos, desengaños, reveces, abandonos y conflictos con los que él simplemente vive como siendo inherentes al llamado—y lo soporta. Ha crecido en el mundo y en los valores del mundo como hombre. Se le recluta y se le hace el llamado, y se le saca del mundo, de sus valores y perspectivas, y se le lleva con cada vez más intensidad hacia el lugar de la visión de Dios. Si la palabra del profeta ha de devastar a otros, entonces él mismo debe experimentar devastación primero. Debe de salir primero de sus premisas falsas y acudir con ahínco al lugar de la visión de Dios, y una vez en ese lugar, desarrollar el coraje para soportar la reacción en su contra. ¡Puedes preguntarte porqué alguien siquiera desearía ser uno! La primera evidencia de un profeta falso es alguien que desea ser un profeta. No tiene nada que ver con lo que tú deseas ser; tiene que ver con el Dios que llama. Sin embargo, es notable cómo mucha gente se siente atraída a convertirse en un profeta porque su definición y perspectiva de lo que un profeta es, es diferente de lo que hemos venido describiendo. Desde su punto de vista, es algo mucho más honorable, romántico y una fuente de gloria propia.
El Cuerpo de Cristo – El Lugar de Formación
No es de imaginarse que Dios va a enviar hombres al mundo y a las naciones sin antes haberlos esmerilado y afilado en su propia comunidad. Necesitan traer la palabra a la compañía de personas con las cuales se unen diariamente. Si la comunidad o congregación no apoya a sus profetas, no habrá hombres que sean enviados. Él debe de ser enviado desde un cuerpo que entiende estas cosas y que reconoce la importancia y de su hablar y actuar. Necesita ser enviado por la imposición de manos, que quiere decir, “No solamente nos identificamos contigo, sino que te sustentaremos con nuestras propias intercesiones, porque vamos a sufrir las consecuencias de lo que estás haciendo. Estamos en esto contigo.” Eso es la ‘Antioquía’ por la cual hemos estado esperando, para que hombres puedan ser enviados en un contexto de identificación.
Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquia, profetas y maestros… Ministrando estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo… (Hechos 13:1a y 2a).
En otras palabras, cuando hombres con esos dos llamamientos fueron hallados ‘juntos’, o sea, algo más que hallarlos sentados en la misma habitación, “dijo el Espíritu Santo…” Cualquiera que sabe de esto conoce la dolorosa tensión entre el maestro y el profeta. No es porque estén esperando actuar de manera contraria, sino que ambos, actuando desde la integridad de su propio llamamiento, necesariamente hay fricción y se despellejan mutuamente. El maestro lo quiere de acuerdo con la Palabra—línea sobre línea, precepto tras precepto. Si no hubiera, sin embargo, la presión que viene de las cosas visionarias para mover al maestro detrás de la seguridad de la línea de las cosas de acuerdo a la Palabra, el maestro mismo estaría limitado. Por tanto, hay acción recíproca, con ambos hombres actuando a partir de la integridad de su llamamiento, e irritándose necesariamente. Es ahí donde entra el amor, poniéndole nombre, soportar la tensión de ello, y recibir su beneficio, y no huir de ello porque hay tensión dolorosa e irritante.
El Espíritu de Dios dijo a la congregación de Antioquia, “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado (Hechos 13:2b).” Fue en la comunidad que fueron separados de sus propias ambiciones y defectos. El Cuerpo de Cristo, el cuerpo profético, el cuerpo que sustenta, es de importancia crucial en la formación, perfeccionamiento y envío de la voz profética a la tierra. Eso es a lo que nos estamos refiriendo con comunidad profética. No todos tienen el llamamiento, pero todos están enterados. Todos entienden la importancia de la palabra profética. Situaciones institucionales jamás producirán un profeta. Pero jamás habrá ‘Antioquías’, cuerpos que envíen, a menos que los deseemos y estemos dispuestos a pagar el precio que requieren.¿Tenemos la habilidad de reconocer a aquellos que dan evidencias del llamado? No estamos para desalentarlos, sino para animarles. Al mismo tiempo hemos de mostrarles la operatividad de la mixtura entre carne y Espíritu. Con un proceso tal de amonestación y exhortación amantes, el Cuerpo puede ser de ayuda para ellos. El profeta necesita ser separado incluso de la auto-conciencia de su propio llamamiento, no digamos de la ambición subrepticia que le pide que sea visto, aplaudido y reconocido. Necesita ser capaz de soportar el reproche y el rechazo que invariablemente será la consecuencia de su fidelidad. De hecho, toda la vida y la historia del profeta en Dios están calculadas para ese fin. Es agravio, consternación y cada cosa calculada divinamente, porque así es como se forma la persona profética. No existe una forma barata de incubarla. Debe de pasar a través de la esencia de los asuntos de la vida para un día señalarlos con penetración y autoridad en otros, compeliéndoles a decisiones por o contra Dios.Mientras que sus obediencias más radicales por lo general serán realizadas personalmente, el profeta es un hombre al mismo tiempo comunal y corpóreo, no en un sentido idealista, sino como alguien que es constantemente corregido por otros, pero deseándolo. El momento de obediencia bien puede venir como la situación en que uno tenga que pararse delante de Acab, pero lo que hace que ese momento sea tremendo y poderoso en su fuerza para confrontar, es lo que lo ha precedido, o sea, el hombre que es sacado de una verdadera vida corporativa. La vida corporativa no se da en una comunidad utópica y romántica. Se trata más bien de una situación donde ese hombre está más sujeto a escrutinio y examinación que cualquier otro que forme parte de dicha comunidad. Si la comunidad no está rindiendo ese servicio, entonces no me es posible pensar en otro peligro que sea más grande para el profeta. El profeta debe hacerse accesible. Un profeta que prefiere la privacidad y que se le deja solo o que está rodeado de un staff que confirma o congratula a todo mundo, muy probablemente será falso o llegará a serlo. Hay una diferencia entre vivir en una comunidad interactiva y entre estar rodeado y afirmado por un staff de empleados asalariados.Existe otra situación cuando se está viviendo en proximidad y relación y donde otros tiene toda la libertad para criticar y hablar a tu vida. El profeta verdadero sabe que a menos que esté recibiendo esa clase de escrutinio, entonces caerá en engaño y eso sin saberlo. Solamente porque alguien tenga una unción de parte de Dios, no significa que es invencible. La presencia de la unción no significa necesariamente que la declaración de aprobación de Dios está sobre la vida del individuo en su totalidad. Es posible ser ungido en el lugar de ministerio, pero los defectos y contradicciones en la vida, personal y privadamente, necesitan tratarse.Los profetas no deben de salir hasta que hayan sido trillados como grano. Y deben de esperar el trillado y desearlo, ya que hay sutilezas en el alma de cada ser humano—pequeñas insinuaciones de ambición, pequeñas presunciones de orgullo, pequeñas nociones románticas de que pensamos del servicio profético—con las que Dios ha de tratar a fondo. Esto es necesario de tal forma que cuando el profeta hable, hable la palabra de Dios, no solo en su contenido, sino también en el modo, tono, actitud y espíritu de Dios.Mansedumbre – La Clave para la Revelación La clave para recibir la visión apostólica o profética y la revelación de los misterios de Dios se encuentra en Efesios 3:8,A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. En otras palabras, toda visión genuina es dada a hombres como Pablo, quienes de hecho se ven a sí mismos como ‘menos que el más pequeño de todos los santos.’ Pablo no está siendo modesto y amable, haciendo la clase de declaración que un orador daría en una conferencia de una cámara de comercio. Él se ve a sí mismo de esta forma. Él fue el apóstol al cual le fueron concedidas visiones de tal magnitud, que Dios tuvo que colocar un aguijón en su costado, para que no fuera a exaltarse sobremanera a causa de las revelaciones. No debemos de pasar por alto la profunda humildad, la mansedumbre auténtica y la semejanza a Cristo del hombre apostólico o el profético. Si el hombre es el objeto en sí mismo, entonces es más que su conocimiento propio. Es su misma vida; es su carácter; es su conocimiento de Dios; es lo que él comunica como uno que viene a nosotros salido de la presencia de Dios. La declaración ‘menos que el más pequeño de todos los santos’ era la patente conciencia de Pablo viéndose delante de Dios.
Es una gran ironía que entre más profundicemos en el conocimiento de Dios, nos vemos a nosotros mismos como menos. En lugar de exaltarnos en nuestro creciente conocimiento de Dios, no vamos sino hacia abajo al darnos cuenta de lo viles y miserables que somos. Es una contradicción y una paradoja, y es una paradoja que es hallada solamente en la fe. La humildad o mansedumbre genuina no es algo que pueda aprenderse, emularse o conseguir en la escuela. Es el cociente de Dios en la medida de nuestra relación con Él. Es la revelación de Dios como Él es y las inenarrables profundidades de ello, lo que hace a un hombre terriblemente conciente de sí mismo. La revelación de lo que somos está relacionada en su totalidad con la revelación de lo que Él es. Ambas cosas tienen necesariamente que ir juntas.Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos (Isaías 6:5).
Es el príncipe de los profetas, Isaías, el que habla aquí. El fundamento de la iglesia es la revelación de Dios como Él de hecho es. Eso es el fundamento. No es lo que pensemos que Él es, lo cual es casi siempre una proyección de la forma en que quisiésemos que Él fuera, especialmente cuando hemos elegido celebrar ciertos atributos de Dios e ignorar el resto. El conocimiento clave es el conocimiento de Dios como Él es, y los hombres fundamentales para la iglesia son aquellos que pueden comunicar a Dios en ese conocimiento. Pablo tenía éste conocimiento porque se había visto a sí mismo como ‘menos que el más pequeño de todos los santos’ y se vio a sí mismo como el menor porque había recibido este conocimiento.El Señor Jesús mismo era absoluto. Utilizó el lenguaje de una forma vehemente y sin componendas; volcó las mesas de los cambistas. ¿Fue manso mientras era violento y ofensivo? Este acto puso en movimiento la cadena de eventos que culminaron en Su muerte. ¿Cómo puede reconciliarse este acto de violencia y la mansedumbre de Dios? Cuando pensamos en mansedumbre, visualizamos un cordero, quieto y transigente. Pero esto no es sino un acto agresivo, y aún así decimos que al mismo tiempo era manso. La mansedumbre es un total abandono a Dios, y aún cuando una acción o palabra den la impresión de lo contrario, el siervo rendido estará dispuesto a ser vituperado por ser violento, por haberse enojado, o por ser demasiado celoso. Si Dios desea que sea violento y nosotros lo bloqueamos porque contradice nuestra personalidad, disposición o preferencia, entonces estamos colocando algo por encima de Dios, poniéndole nombre, nuestra propia autoconsideración.
Un profeta genuino no se refrenará. No puede ser comprado o convencido para que se vuelva ‘uno del montón.’ Él se aparta de las distinciones y honores que los hombres otorgan a los hombres. Debe de evitarlos necesariamente, o de lo contrario comprometerá lo que él es en Dios. Es escrupuloso en carácter y nunca usará su posición para obtener ventaja personal. Es solitario, normal y poco atractivo en apariencia y conducta, despreciando todo lo que es sensacional, popular o bizarro. No necesariamente tiene que vestir un manto de pelo de camello. ¡Bien podría vestir un traje de tres piezas! No llamará la atención sobre sí mismo por meras cosas externas. Él es el objeto en sí mismo, en la profundidad, médula y tuétano de su ser por su comunión con Dios y su historia en Dios. Los que son falsos siempre carecerán de mansedumbre, la cual es la señal inequívoca del profeta auténtico y también la quintaesencia del carácter de Dios.
Tomado del sitio www.benisrael.org

PANDILLISMO EN CHILE Y EL MODELO CENTROAMERICANO.

Prof. Dr. Humberto Lagos Schuffeneger
- 2008 -
PANDILLISMO EN CHILE Y EL MODELO CENTROAMERICANO

Tras el objetivo analítico de reconocer, hipotéticamente, la realidad presente y futura de la actividad de pandillas en la sociedad chilena con un respaldo motivacional proveniente de las experiencias centroamericanas, me aproximo al tema a partir de algunas constantes que integran el perfil de los respectivos grupos sociales minoritarios “reconocibles” en nuestros ambientes.

Como sustento teórico de los análisis inclusos, debo recordar que, por ejemplo, el modelo pandillero “Skin-Heads neonazi” tiene procedencia extranjera (alemana más específicamente), y que en su imitación (mímesis), las células grupales que lo instalan en la sociedad chilena están reproduciendo, y continuarán en ello, las conductas ya experienciadas en las sociedades de origen. Pandillas, Tribus Urbanas, Sectas Religiosas radicalizadas, Anarkos, Okupas, etc., constituyen fenómenos sociales originarios de otras latitudes geográficas, y por ello, en mi lectura interpretativa, cuando se instalan en el país de acogida, simplemente repiten las acciones ya asumidas en los lugares de proveniencia.


1. El fenómeno social de las “bandas pandilleras centroamericanas”, denominadas “Maras” (Guatemala) y “Salvatruchas” (El Salvador y otros países), es uno de aquellos que he seguido analíticamente desde hace ya varios años, en el contexto de investigaciones respecto de temas sociológicos de “minorías sociales” en Chile y otros lugares geográficos.

2. La génesis del fenómeno pandillero centroamericano, parte básicamente por conductas imitativas de estructuras “sectarias juveniles” generadas en los EE.UU. Luego asume las peculiaridades del contexto social nacional específico, adicionando las particularidades de pobreza e injusticias que diezman las expectativas de los jóvenes, con injerencia de las características de espacios políticos desestabilizados por la presencia de regímenes militares que incluyen temas represivos absolutamente desestabilizantes, y eficaces generadores de inseguridad individual y colectiva. Se suma, luego, el tema de la droga, y la estructuración del pandillismo que analizamos desemboca en los ambientes de “Pandillas” con variados y altos contenidos de violencia y delictualidad.

3. La motivación de estos “estilos de vida” está someramente descrita en el número anterior; pero, es claro que: pobreza, marginalidad, crisis familiares y de organizaciones ciudadanas, modelos delictivos, relativización del valor de la vida humana y del respeto a las normas jurídicas, entre otras, contribuyen contundentemente en la instalación de estos grupos de tipología sectaria, que no sólo son refractarios a la sociedad genérica, sino que, también, invocan drásticas tensionalidades confrontacionales entre pares pandilleros.

4. Las pandillas tienen estructuras de mando autoritario dictatoriales; la pertenencia se relaciona con “fanatismo acrítico e incondicional”; sólo se relacionan con “pares” (con la misma “familia pandillera”), y los “contactos” eventuales con otros grupos pandilleros son de competencia, de rivalidad, de violencia.

5. El ingreso al grupo pandillero estructurado no lo decide “el postulante”. Ser miembro implica cumplir rituales exitosos de “aceptación”, los que, en el caso de las tipologías pandilleras que analizamos, regularmente se relacionan con conductas de violencia extrema (ejs.: golpizas a “enemigos”, acciones homicidas, etc.).

6. El tipo de rituales de “ingreso al grupo pandillero específico”, tiene peculiaridades en cada “pandilla”, pero, como lo he comentado, lo corriente es que derive por actividad relacionada con violencia.

7. El abandono de la pertenencia al “grupo pandillero radicalizado” es leído como “traición”, y la traición se paga… hasta con la muerte.

8. La decisión de “abandonar la pandilla” tiene consecuencias violentas para el disidente, y éstas pueden alcanzar a su grupo familiar y al vecindario. El “huir”, puede salvar la propia vida, pero no la de los familiares ni la de los cercanos.

9. Los delitos de estos grupos son diversos; a título de ejemplo: “secuestros” (entre ellos el conocido como “secuestro express”); homicidios; asaltos; amenazas; exacciones ilegales; extorsiones, etc.

10. Los delitos que realizan las pandillas centroamericanas, no son producto del albur o de la improvisación. Hasta las guerras entre pandillas son planificadas previamente a su ocurrencia. Estudian el contexto de realización de sus acciones delictivas, para asegurar “impunidad” de sus hechos.

11. Los tipos de operación pandilleros, en la comisión de actos delictivos, son producto de larga práctica en las variadas ejecuciones de los mismos. Hay estudios previos del “terreno”, seguimientos, análisis de medios a utilizar, elección del tipo y número de participantes, etc.

12. Las bandas pandilleras centroamericanas, reflejan sus estilos en México y Estados Unidos, además de en los países centroamericanos. Se puede detectar “procesos imitativos del modelo pandillero” en algunas acciones delictivas que se ejecutan en países de América del Sur (ejemplo: el secuestro express).

13. No hay certezas inequívocas, en Chile, de operaciones “propias” de este tipo de organizaciones en tanto que estructuras provenientes de los países en que se originan, pero es posible detectar “prácticas delictivas” que se asemejan, y que estarían “revelando” presencia del modelo comentado. Las facilidades migratorias están animando la “exportación” de los modelos “Salvatrucha y Maras”.

14. Las pandillas denominadas “Maras”, más allá del nombre común, son independientes entre sí. Puede haber acciones centralizadas de una misma “mara” que se subdivide para los efectos prácticos de realizar acciones delictivas en diversos espacios sociales y geográficos. Pero, no debe olvidarse que cada pandilla constituye un “ente” específico, único, exclusivo y excluyente (una “secta”, sociológicamente).

15. Las áreas socio-políticas en que accionan las “maras”, ya están descritas más arriba, pero ello no obsta a que se especialicen en otros espacios sociales que, por inexperiencia preventiva, facilitan las actividades antinormativas de estos grupos minoritarios.

16. Cuando las entidades pandilleras se instalan, vía procesos de “imitación”, en otras sociedades, facilita su acogida la preexistencia de “simpatías”, y la “necesidad” de grupos locales de instruirse en el manejo de medios y conductas para realizar acciones similares a las “admiradas”. El contacto con organizaciones informales locales provoca procesos de recontextualización de sus prácticas, porque las sociedades de acogida presentan, sin dudas, condiciones diferentes a aquellas en que se originó el modelo “imitado”.

17. La “solidaridad delictiva”, es forma habitual de concitar “simpatías”, espacios seguros, convivencia, “connivencia”, e “impunidad”, y en el caso de los grupos pandilleros centroamericanos ella se expresa, con soberbia y prepotencia, cuando la normalidad institucional ejerce formas represivas legales para inhibir y sancionar los ilícitos.

18. En relación a aspectos socio-políticos relacionados con delictualidad, debe hacerse constar que son diversos los elementos que “abonan” en dirección de prácticas criminales. La pobreza es un tema fundante de acciones ilícitas, como lo es la “publicidad” de bienes que no considera las carencias de los impactados por la propuesta consumista, y que optan por conductas delictivas para “adquirir” lo deseado. También juega un rol importante el modelo delictivo cercano que motiva y “modela” las conductas de niños y jóvenes. Hay sectores sociales donde la actitud de transgresión de la ley es un “bien”, y donde el mejor evaluado socialmente es el que puede exhibir cantidad y “calidad” de ilícitos.

19. Es obvio que las actividades delictivas de mayor impacto se relacionan con los ilícitos ejecutados por miembros de las pandillas “maras” y “salvatruchas”, que tienen a su haber miles de personas asesinadas, y una presencia desestabilizante (que puede leerse como la modalidad de “violencia salvaje”) en las sociedades donde realizan sus acciones antijurídicas.

20. Los delitos de mayor envergadura se relacionan con homicidios, y en su ejecución son las pandillas mencionadas las que marcan los ritmos delictivos de más difícil control social, legal y preventivo.

21. Los aspectos socio-políticos de los enclaves que recepcionan a las pandillas centroamericanas, se refieren a sociedades políticas con altas frecuencias de inestabilidad, con inequidad en la distribución de riqueza, con índices fuertes de carencias educacionales, con cifras de desempleo impactantes, etc.

22. Para bandas pandilleras como “maras y salvatruchas”, el fácil acceso migratorio es un convite para ejecutar actividades delictivas con márgenes de “impunidad” manifiestos, que se concretan en la falta de experiencia de las sociedades de “acogida” respecto de estos nuevos modelos delictivos. Si bien no están las condiciones socio-económicas para repetir las mismas prácticas de las sociedades originarias centroamericanas, determinadas conductas criminales pueden concretarse con cierta facilidad (ejs. secuestros, asaltos, robos).

23. Las posibilidades de acción pandillera al estilo “maras”, con ciertos acentos locales, están siempre abiertas. El referente “pandillas”, tiene muchas facilidades de estructuración en algunos grupos de extranjeros migrantes, a los que vía presiones y “amenazas” se los puede condicionar respecto de la “conveniencia” del ingreso a estas entidades que juegan con factores de identidad, desestabilización, y seguridad, en oposición a una sociedad de acogida definida como “xenófoba y discriminatoria”.

24. Uno de los aspectos atractivos para “marismo y salvatruchismo” en países del cono sur de América, pasa por el tema económico y por la inexperiencia de los sistemas judiciales y policiales para enfrentar las acciones delictivas que pueden instalarse como conductas recurrentes, asentadas en “alianzas criminales” entre grupos locales y agentes pandilleros provenientes de Centroamérica.

25. Los modelos delictivos “maras y salvatrucha”, particularmente el primero, son siempre atractivos como propuestas para grupos delictivos y violentos que buscan “renovarse”, vía adopción y adaptación de otras formas pandilleras exitosas.

26. Ciertas conductas de los “modelos maras y salvatruchas” pueden ser asumidas por bandas locales, pero no el comportamiento global de ellas, porque hay necesarios procesos de adaptación a la geografía social de acogida. En el caso de pandillas locales, puede haber una mayor aceptación de un modelo “maras” más integral.

27. Los planes de “contención” siempre parten del principio represivo. En otras palabras, las entidades del Estado son reactivas al hecho sucedido. En mi opinión, la necesaria represión legal a estos grupos cuando ejecutan prácticas delictivas, no puede ni debe excluir la aproximación pedagógica al fenómeno en análisis, desde perspectivas preventivas y beneficiando el uso del factor educacional. Los programas educacionales formales en Chile, no contemplan, pedagogías especializadas y expertas dirigidas a informar y formar a niños y jóvenes estudiantes sobre estos conmocionantes temas, siendo que ellos son los más pasibles de “capturas” por las propuestas de las tipologías pandilleras y de sus componentes tribales urbanos.

28. Los conflictos sociales de pobreza, segregación, xenofobia, frustración familiar y escolar, cesantía, y otros, son algunos de los aspectos que debería tenerse en cuenta para una efectiva acción preventiva relacionada con el fenómeno pandillero de perfiles delictivos.

29. Las acciones legales son reactivas al hecho delictivo ya consumado. La cuestión de rehabilitación no funciona en las cárceles como producto de las malas condiciones de reclusión. La prevención es un marco pedagógico, y para que resulte debe asumírselo como factor educacional obligatorio respecto de niños y jóvenes educandos.

30. Más que aspectos legales relacionados con el legítimo hecho judicial represivo, sancionatorio del delincuente, insisto sobre la importancia de las tareas educacionales para disminuir el impacto, presente y futuro, del hecho pandillero y delictivo sobre los jóvenes.

31. En perspectiva criminológica es urgente una aproximación analítica seria al fenómeno sociológico de las “Pandillas” -incluida la variable del neotribalismo urbano y rural-, que dé cuenta de los hechos delictivos inclusos, de los hechores-autores-comisores de las conductas ilícitas, de las consecuencias sobre las víctimas de las acciones antijurídicas, del control social posible en el sentido de la prevención respecto de los grupos pandilleros e individuos específicos constituyentes de éstos.

32. Si bien la actividad represiva legal (policial y de tribunales) tiene alguna influencia inhibitoria sobre los comportamientos anómicos de organizaciones pandilleras y tribales, siendo que son jóvenes, esencialmente, los destinatarios de eventuales capturas por los modelos asociativos que desestabilizan socialmente, es urgente, insisto, formular programas pedagógicos formativos e informativos dirigidos a la población vulnerable. Debe incorporarse a la educación formal (básica, media, técnica, superior, universitaria, etc.) pedagogías sistemáticas y obligatorias que sean atendidas, en los respectivos centros educacionales, por profesores especializados en estos campos del comportamiento humano. Un mejor saber, una información pedagógica en los momentos sociales y cronológicos adecuados, transmitirá aportes críticos para ayudar a discernir, por los niños y jóvenes, respecto de las ofertas prácticas, ideológicas, y simbólicas, que circulan en los ambientes cotidianos, algunas de ellas profundamente lesivas de la dignidad de las personas.-