lunes, 28 de junio de 2010

LAS PANDILLAS EN CHILE.

Dr. Humberto Lagos Schuffeneger.

Es una dato de realidad que la cuestión del pandillismo se ha instalado en la sociedad chilena, con evidentes “tonos” de desestabilización generados por las prácticas de violencia de algunos grupos integrantes de estos espacios microsociales, refractarios al entorno y contestatarios a lo que se reconoce, socialmente, como “normalidad” en la convivencia cotidiana.
Mi seguimiento analítico del tema me ha permitido caracterizar las conductas y acciones de las Pandillas, asumiendo que constituyen un fenómeno social de impacto, más por sus conductas y estética que por las representaciones sociales que invisten (son entidades compuestas por reducidas minorías conflictuadas con la sociedad que las “acoge”).
Las Pandillas, como también las sectas religiosas destructivas, no son movimientos originarios de la sociedad chilena. Provienen de experiencias vividas en otros países y que, vía “mímesis” (imitación), se asumen por agrupaciones de, particularmente, jóvenes motivados por diversas situaciones personales y de pertenencia. Estos modelos que convocan a grupos específicos tienen génesis formativas en las sociedades donde se han gestado, y al “transferirse” hacia otras regiones geográficas y sociales lo obvio es que repetirán, a través de quienes los asumen en tanto que pandillas nacionales, las mismas conductas y acciones ya experienciadas en los lugares donde se generaron.
En Chile, el tema pandillero evidenciado en la década de los años 60’ del siglo XX, tenía perfiles románticos inspirados en la película estadounidense “Amor sin barreras”, que relataba las rivalidades entre dos pandillas, atravesadas por el apasionado amor vivido entre el jefe de una de ellas y la hermana del líder de la pandilla contraria. Inspirados por la película, los muchachos de entonces - jóvenes cuasi niños -, estructurábamos “pandillas” y nos desafiábamos a “guerras de pandillas” en el atardecer de las plazas de armas y de barrios que, en esos años, tenían jardines separados por arbustos que servían de escondites para lanzar y evitar los avellanazos, lanzados por nuestras precarias hondas elasticadas; después de un rato retomábamos el dialogo, terminábamos la “batalla”, y seguíamos “tan amigos como siempre”.
Este modelo pandillero juguetón, nada tiene que ver con las estructuras actuales del fenómeno social de las pandillas que se evidencia en Chile. De acuerdo a información seria y responsable, hacia el año 1997 se detectaba en el Gran Santiago un total aproximado de 35 grupos pandilleros; a fines del milenio, año 1999, esta realidad se había duplicado y la cifra comprobable asumía la existencia, en el mismo entorno capitalino, de más menos 70 entidades del tipo descrito. Al recabar antecedentes actuales, no es aventurado estimar que “hoy” existen alrededor de 300 pandillas en la geografía social y física del país. Hecha esta constatación, debe aclararse que la absoluta mayoría de las agrupaciones pandilleras no realizan, como práctica habitual, acciones de violencia. Este dato es útil para corregir las opiniones genéricas que se emiten cuando alguna pandilla realiza acciones de violencia delictiva, porque la “tentación” es sospechar, a partir del hecho puntual, de todas las organizaciones del tipo sociológico, emitiéndose condenas globales poco informadas sobre hechos particulares.
Las Pandillas actuales se corresponden con estructuras herméticas, minoritarias, exclusivas y excluyentes, caracterizadas por tener pocos integrantes (es una decisión de conducción) y comandadas por liderazgos fuertes que reproducen mandos autoritario-dictatoriales. Al interior del grupo la pertenencia induce grados de fanatismo incondicional y acrítico respecto de los “valores” definidos por la entidad; la duda y la crítica no son aceptadas, y la disidencia puede considerarse como traición... y la traición trae consecuencias graves.
En los ámbitos informativos, los primeros planos noticiosos han sido ocupados, en los últimos años y respecto del pandillismo, por las acciones de violencia delictiva de los grupos “Skinheads neonazis”. Estas Pandillas, con sustrato ideológico primario, a través de sus diversas “células” han ocupado primeras planas informativas porque algunos de sus integrantes son autores de hechos delictivos graves, homicidios incluidos. En estos tipos sociológicos de entidades pandilleras “cabezas rapadas”, el tono ideológico lo instala la adscripción a un “neo-nazismo” que repone, en el ámbito público y privado, momentos históricos dolorosos para la conciencia universal y que se nutrieron del barbarismo nazi hitlerista. La estética de los integrantes del movimiento pandillero Skinheads, se instala en ropa, generalmente negra, en casacas de cuero, en bototos con cordones de distinto color (que son “jinetas y condecoraciones” asignadas luego de participar en alguna “barrida o limpieza” en contra de grupos sociales y personas a las que definen como “lacras sociales”), en cortes de pelo al rape, en suspensores blancos colgando sobre las caderas, etc.
La sociedad chilena, ha sido testigo de hechos de extraordinaria violencia, proveniente de pandillas ligadas al nazismo, que no son las únicas que realizan acciones de esta naturaleza. Sobre estos temas, es conveniente que las organizaciones religiosas, las familias, los colegios (estudiantes, profesores, padres, madres y apoderados), las autoridades, las organizaciones policiales, etc. se informen responsablemente para prevenir hechos lamentables, dejando de ser reactivos solamente a las consecuencias de las actividades de estas agrupaciones minoritarias... que inquietan y desestabilizan socialmente.-

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