sábado, 7 de noviembre de 2009

MESONES Y ALOJAMIENTOS PÚBLICOS.

Linda McKinnish Bridges

Nivel I
Un "mesón" o un "alojamiento público" en tiempos de la Biblia puede referirse a varias cosas. Puede referirse a un lugar para acostarse en el suelo para dormir una noche, o a un cuarto en casa de alguien al lado de la vía principal. Podía también ser un edificio público en el que se cobraba alquiler y en el que se servía comida.
En la parábola del Buen Samaritano, se usa la palabra pandocheion para referirse al "alojamiento" al que llevan al hombre herido. Esta palabra significa un lugar público equivalente a nuestra idea moderna de un hotel. En los siglos I y II d.C., los alojamientos públicos tenían una mala reputación. Así no es sorprendente que los judíos y los primeros cristianos recomendasen tener la casa abierta para el beneficio de los forasteros.

Nivel II
Aunque un viajero del siglo veinte puede mencionar las comodidades modernas como el servicio y la ropa de cama limpia para describir un lugar para quedarse durante un viaje largo, lo que se entendía en el siglo I a.C. por un alojamiento para pasar la noche era algo bastante diferente. Un "mesón" o un "alojamiento público" en tiempos de la Biblia puede referirse a varias cosas. Puede referirse a un lugar para acostarse en el suelo para dormir una noche, o a un cuarto en casa de alguien al lado de la vía principal. Podía también ser un edificio público en el que se cobraba alquiler y en el que se servía comida.
En el Nuevo Testamento se usan tres palabras griegas para describir un alojamiento o un mesón. En Lucas 2.7 María y José no encuentran alojamiento en el mesón, y Lucas lo describe como una kataluma. Significa en realidad un cuarto de huéspedes más que un mesón auténtico. La misma palabra se usa también para describir el lugar en el que Jesús y sus discípulos cenan juntos por última vez.
Otra palabra, que se usa en el libro de los Hechos 28.23 es ksenia. Esta palabra puede significar el concepto general de hospitalidad o una parte concreta de la casa de una persona, como un cuarto de huéspedes. Una tercera palabra para designar un "mesón" o un "alojamiento" se encuentra en la parábola del Buen Samaritano. El Samaritano lleva al hombre herido a un alojamiento. Esta vez la palabra es pandocheion, que quiere decir un lugar público, un lugar público como lo que entendemos hoy por un hotel. Los alojamientos públicos podían dar posada a los parcipantes en caravanas, y tenían sitio tanto para los animales como para las personas.
Los alojamientos públicos tenían una mala reputación en los siglos I y II d.C. Así que no es extraño que los judíos y los primeros cristianos recomendasen mantener la casa abierta para el beneficio de los forasteros. La tradición judía observaba el ejemplo de Abraham, que puso en práctica la hospitalidad con tres visitantes y recibió una gran dicha por su amabilidad (Gn 18.1-11). A los primeros cristianos se les advertía: "No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esta manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles" (Heb 13.2).
Nivel III
Un mesón y un alojamiento público son considerados generalmente como un lugar para alojar a los viajeros. En describir un lugar para quedarse durante un largo viaje, un viajero del siglo veinte puede mencionar las comodidades modernas como el servicio y la ropa de cama limpia. Sin embargo, lo que se entendía en el siglo I a.C. por un alojamiento para pasar la noche era algo bastante diferente. Un mesón o un alojamiento público en tiempos de la Biblia puede referirse a un lugar para acostarse en el suelo para dormir una noche, un cuarto en casa de alguien al lado de la ruta principal, o un edificio público en el que se cobraba alquiler y se servía comida a las personas individualmente, o en grupo como a los que viajaban en grandes caravanas.
Tres palabras griegas se usan en el Nuevo Testamento para describir un alojamiento: Una de ellas describe un lugar para dormir como un cuarto de huéspedes en casa de alguien o un lugar de alojamiento general, incluso con animales. En Lucas 2.7 María y José no encuentran alojamiento en el mesón, y Lucas lo describe como una kataluma, que literalmente significa "desatar" o "desguarnecer", quizá designando un lugar para que los animales pasen la noche así como también un lugar para que las personas duerman. La palabra se usa generalmente para describir un lugar de alojamiento. El significado en Lucas 2.7 está relacionado en realidad más con la idea de un cuarto de huéspedes que de un auténtico mesón. La misma palabra se usa también para describir el lugar en el que Jesús y sus discípulos cenan juntos por última vez. El lugar de la Última Cena fue probablemente un cuarto de huéspedes en una casa particular, en lugar de un lugar de reunión público por el que se cobraría alquiler y en el que se serviría comida.
Otra palabra griega que se traduce por mesón y posada describe concretamente la parte que más se usa en casa de una persona. El apóstol San Pablo se queda en un mesón cuando se halla bajo arresto domiciliario.
Hechos 28.23, es ksenia, que puede significar el concepto general de hospitalidad o una parte concreta de la casa de una persona, como un cuarto de huéspedes.
Una tercera palabra para un "mesón" o un alojamiento público se encuentra en la parábola del Buen Samaritano. El samaritano lleva al hombre herido a un alojamiento. Esta vez la palabra es pandocheion, que quiere decir un lugar público. Este término se acerca más a lo que entendemos en el siglo veinte como un alojamiento en un hotel que las otras dos palabras usadas en el Nuevo Testamento por mesón o alojamiento. En este alojamiento, el hombre podía pagar dinero por pasar la noche y porque le dieran comida y un lugar para su animal.
Los alojamientos públicos existían en tiempos de Grecia y durante todo el periodo romano, así como la costumbre de ofrecer hospitalidad en casa de una persona al forastero que viajaba. En los alojamientos públicos podían quedarse todos los participantes en una gran caravana, tanto animales como personas. A éstos con frecuencia se les daba el nombre de caravanserai. Aunque no tenemos ninguna prueba arqueológica, sabemos por fuentes literarias que estos alojamientos o mesones existían. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento leemos que Rahab tenía un mesón cerca de la muralla de Jericó ( Jos 2.1), aunque no se puede saber exactamente donde. Además, el Mishnah judío hace varias referencias a mesones y mesoneros. Las referencias en el Mishnah dan testimonio de la utilización amplia de los alojamientos públicos, al menos en los primeros dos siglos antes de Cristo en Palestina. (Aunque escrito en el año doscientos después de Cristo, el Mishnah también revela costumbres y leyes judías corrientes al comienzo del siglo I). No obstante, un tema que se repite en el Mishnah es el de la mala reputación de los alojamientos públicos y los mesones. A los mesones y a los mesoneros no se les tenía mucho aprecio, al menos los rabinos que promulgaban la ley del Mishnah. El Mishnah pone a los mesoneros en el lugar más bajo de la degradación y afirma que "no debe dejarse al ganado en los mesones de los gentiles, ya que se sospecha que practican la bestialidad" (m. Abodah Zarah, 4.2). Además el Mishnah afirma que hay que dudar de la palabra de un mesonero: "Los sabios dijeron al rabino Akiba: '¿ Y la esposa de un sacerdote no debe ser [considerada tan digna de confianza] como la dueña de un mesón?'. Contestó: 'Sólo cuando la dueña de un mesón pueda ser considerada digna de confianza'".
Como los alojamientos públicos tenían tan mala reputación, no es sorprendente que los judíos y los primeros cristianos recomendasen mantener la casa abierta para el beneficio de los forasteros. La tradición judía observaba el ejemplo de Abraham, que puso en práctica la hospitalidad con tres visitantes y recibió una gran dicha por su amabilidad ( Gn 18.1-11). La hospitalidad era un deber reconocido desde los tiempos de los primeros beduinos hasta los del Nuevo Testamento. A los primeros cristianos se les advertía "no se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esta manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles" ( Heb 13.2) y se les recomendaba: "recíbanse unos a otros en sus casas, sin murmurar de nadie" ( 1 P 4.9). Se alababan sus actos de hospitalidad: "Querido hermano, te estás portando fielmente en el servicio que prestas a los demás hermanos, especialmente a los que llegan de otros lugares" ( 3 Jn 5).

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